Llega la hora de comer y solo piensas en tomar algo calentito. Comienzan a bajar las temperaturas y lo que más te apetece es disfrutar de un plato humeante que te ayude a entrar en calor, que reconforte el cuerpo y el alma.


Para ello, no hay nada mejor que un caldo. Las sensaciones agradables y beneficios para el organismo que nos proporciona son tan apreciados que han sido incluso estudiados por un equipo de investigadores del Vall d’Hebron Institut de Recerca de Barcelona.

Tu estómago lo agradece

La hinchazón abdominal o la “pesadez” derivada de las digestiones lentas y difíciles son muy habituales en nuestros días por diferentes factores. Se calcula que hasta un 30% de la población está afectada por trastornos funcionales digestivos. Ya la cultura popular de nuestros abuelos apuntaba a que tomar un caldo o una sopa caliente para “asentar el estómago” y calmar sus molestias es un remedio eficaz, y esta creencia no está falta de razón: siempre que su contenido en grasa no sea muy elevado, tomar un caldo o sopa caliente puede ayudar al mejorar el bienestar digestivo, tanto en condiciones normales como en situaciones de inapetencia.

Nutritivo y bajo en grasa

Un caldo completo y equilibrado en nutrientes se compondría de carne magra (pollo o ternera son las que más se emplean, con o sin hueso), o pescado, y diferentes hortalizas, como zanahoria, puerro, cebolla, ajo… Estos ingredientes se pueden retirar una vez finalizada la cocción, o bien tomarse troceados junto con el caldo, en forma de sopa. En este caso, se puede añadir un huevo entero, o solo la yema, cuando el caldo alcance el punto de ebullición, como es tradicional en la sopa castellana o los consomés.

Si elaboramos un plato tan variado como un cocido, el caldo resultante será un apetecible entrante, o se puede reservar para tomarlo en otras ocasiones, solo o enriquecido con variados ingredientes.

Un caldo siempre es una buena opción para la cena, ya que es un alimento de fácil digestión que ayudará a tener un sueño reparador.

Recuerda que...

  • El tiempo de cocción deberá ser el justo, para no perder vitaminas y minerales por cocinado demasiado prolongado.
  • Si te ha quedado demasiado acuoso y te gusta más denso y consistente, puedes añadirle, por ejemplo, un poco de arroz, patata troceada, pan tostado o pasta.
  • Para reducir su valor calórico y su contenido en colesterol, es muy importante desgrasar el caldo una vez finalizada la cocción. Retira la capa que queda flotando en la superficie, que será más sólida a medida que el líquido se vaya enfriando.

Ayuda a no engordar

Un caldo ligero tomado como entrante estimula el apetito. Además, es fácil de tomar si se tiene dificultad para masticar y/o deglutir y además es perfecto para conseguir una adecuada hidratación. Pero si es un caldo más completo y consistente, tendrá capacidad saciante, algo ideal para quien necesita perder peso o no engordar.

Este efecto se debe a que el caldo “engaña” al estómago y al cerebro, al proporcionar volumen y temperatura sin aportar excesivas calorías.

 

 

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