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Se dice de él que es un “fósil viviente” puesto que no existen parientes vivos de su antiquísima familia vegetal. Aunque se encuentra en los cinco continentes, el ginkgo (“albaricoque plateado”) es originario de China, donde se venera desde hace milenios como árbol de la salud. Su fortaleza lo dice todo: esta especie puede llegar a vivir hasta mil años.
¿Qué nos aporta?
En la medicina tradicional china se utilizan desde muy antiguo las hojas del gingko, que tiene una bella forma de abanico. Su extracto contiene flavonoides, de potente acción antioxidante, que minimiza los efectos negativos de los radicales libres y, por tanto, del envejecimiento celular.
También se le atribuyen propiedades estimulantes de la circulación, anticoagulantes y antiinflamatorias, y previene la peroxidación de los lípidos, acción que protege las paredes vasculares. Gracias a todo ello, mejora el flujo sanguíneo.
A su vez, parece que resulta beneficioso para las personas con Alzheimer y otras demencias, porque evita el deterioro de las células, mientras que favorece el riego sanguíneo en el cerebro. Esto ayuda, al mismo tiempo, a prevenir las cefaleas, el vértigo y ciertos trastornos auditivos.
En otras patologías como el asma, la bronquitis, la claudicación (dolor de piernas al caminar) o el glaucoma también puede resultar beneficiosa esta planta.
¿Cómo se toma?
En la farmacia lo encontramos en diferentes formatos: comprimidos, infusiones, gotas... Puedes elegir cuál te resulta más comodo de tomar a diario.
Consulta antes de tomarlo
Los complementos de ginkgo, como cualquier otro medicamento elaborado con plantas medicinales, pueden interactuar con otros fármacos u otras plantas terapéuticas que estemos tomando, sobre todo con anticoagulantes, antiplaquetarios o trombolíticos, incluida la aspirina. Por tanto, antes de comenzar a tomarlo, es muy importante consultar a un médico, quien indicará la dosis apropiada.