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A nuestro cuerpo no le gustan los extremos. E igual que lleva mal las bajas temperaturas, cuando el mercurio sube pone en marcha un proceso de refrigeración para no recalentarse. Sudar, por ejemplo, es un mecanismo por el cual el cuerpo trata de compensar el exceso de calor bajando la temperatura corporal. Pero a veces no es suficiente y debemos ayudarle para evitar un golpe de calor. "Una correcta hidratación es fundamental para evitar calambres, golpes de calor o incluso hospitalizaciones", señala el Profesor Lluís Serra-Majem, catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Además, con el sudor perdemos agua y sales minerales que tenemos que reponer bebiendo.
¿Es un golpe de calor?
Puede producir mareos, visión borrosa, dolor de cabeza, tensión baja e incluso desmayos. Si sientes estos síntomas, bebe agua, refréscate y ponte a la sombra. Si crees que vas a sufrir un desvanecimiento, pide ayuda y siéntate en una silla o en el suelo para no golpearte.
Población más vulnerable
Las mujeres embarazadas, los bebés, niños y los ancianos son más propensos a sufrir un golpe de calor. Si se sufre una enfermedad crónica o neurológica también hay que tener cuidado, ya que se pueden tener alterados los mecanismos de control de la sed y sufrir deshidratación.
Los antidepresivos o los sedantes pueden alterar la regulación de la temperatura corporal. Los hipertensivos bajan la tensión. Y los diuréticos provocan la pérdida de líquidos por lo que hay que tener cuidado con no deshidratarse.
Accidentes y dolor de cabeza
Las temperaturas por encima de los 30ºC aumentan el riesgo de somnolencia al volante y de accidentes de tráfico. También impiden el descanso nocturno. Esto se debe a que el calor hace que el hipotálamo no controle adecuadamente la temperatura corporal y empeora la calidad del sueño, aumentando los despertares nocturnos.
Por otro lado, el exceso de calor también puede propiciar dolor de cabeza, sobre todo en aquellas personas que son más propensas a sufrirlo y si no estamos bien hidratados. Los cambios de temperatura generados por el aire acondicionado, la ingesta de alimentos especialmente fríos como los helados o dormir mal también aumentan el riesgo de sufrir cefaleas. Una vez más, la hidratación es necesaria para aliviar estas dolencias.
Además, cuando estamos correctamente hidratados, las células del cerebro reciben sangre oxigenada y el cerebro se mantiene alerta.