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Aunque los efectos saludables del ajo se conocen desde la Antigüedad, las investigaciones sobre este alimento dieron su fruto más relevante en los años 40, cuando se descubrió que uno de sus componentes, el sulfuro de alilo, al entrar en contacto con el aire se transforma en otra sustancia, la alicina (responsable del penetrante olor del ajo), que tiene un poder bactericida más que considerable. Sin embargo, el efecto terapéutico de la alicina sólo dura unos minutos, por lo que es conveniente ingerir el ajo crudo rápidamente para disfrutar por completo de sus propiedades saludables, puesto que al cocinarlo, la alicina se destruye, si bien se mantienen otros nutrientes.
Desde entonces, y sobre todo en estos últimos años, las investigaciones se han multiplicado y hoy se asocia el consumo de ajo con numerosos efectos beneficiosos para nuestra salud.
Usos externos
- Otitis. Cuando sientas los oídos inflamados y con dolor, tuesta al fuego directo un diente de ajo pequeño hasta que se ponga de color café. Aún calentito, envuélvelo en algodón y colócalo en el oído afectado durante diez minutos. Repite tres veces al día.
- Picaduras de insectos y quemaduras leves. Frota la zona afectada con ajo machacado en aceite de oliva. La inflamación desaparecerá poco a poco.
- Callos y durezas en los pies. Machaca en un mortero cuatro dientes de ajo, añade un poco de aceite de oliva y dejar reposar la mezcla durante diez minutos. Después, aplica la mezcla sobre una gasa en las durezas y mantenla adherida a la dureza durante 24 horas con un esparadrapo. Una vez reblandecida la lesión, elimínala con una lima de piel o piedra pómez.
Evita tomar mucho ajo...
- Si padeces acidez estomacal a menudo con las comidas fuertes.
- Si te vas a someter a una operación quirúrgica, puesto que su efecto anticoagulante aumenta el riesgo de hemorragia y puede interactuar con fármacos como el ácido acetilsalicílico.
- Si padeces diabetes y sigues un tratamiento para la hipoglucemia.
- En las mujeres, se aconseja no tomar mucho ajo durante el embarazo, ya que puede estimular el útero. También se aconseja no tomar ajo durante la lactancia, porque el sabor del ajo pasa a la leche materna y es posible que el bebé no lo tolere.
En la compra y en casa
- ¿Estarán frescos? Fíjate en que estén duros, apretados y en que sean pesados. Si pesan poco puede que estén ya demasiado secos. Desecha aquellos que tengan la cabeza mohosa y blanda.
- ¿Cómo se conservan mejor? En un lugar fresco, seco, ventilado y protegido de la luz, para que no se pudran o germinen. Las cabezas de ajo blancas duran en buen estado unos seis meses y las rojas un año. No los guardes en la nevera.
Aprovecha sus múltiples beneficios
- ANTIBIÓTICO NATURAL. Incrementa las defensas del organismo, mejorando nuestra respuesta a virus y bacterias.
- CONTRA LA HIPERTENSIÓN. Ayuda a bajar la tensión arterial, protegiendo al mismo tiempo el corazón y las arterias, dándoles mayor flexibilidad y manteniéndolas libres de depósitos de colesterol.
- DIURÉTICO. Favorece la eliminación de líquidos, lo cual ayuda en caso de enfermedades reumáticas, gota y trastornos urológicos.
- DIGESTIVO. Estimula las funciones del hígado, la vesícula y el páncreas.
- ANTICANCERÍGENO. Ayuda a prevenir ciertos tumores, como los de estómago, hígado, de mama o el piel.
Para estar protegidos frente a gripes y catarros, añade ajo a tus comidas.
Para evitar las digestiones pesadas, abre los ajos por la mitad y extrae la semilla central, que es lo que nos hace “repetir” su sabor.