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Alrededor de los seis años, los niños y las niñas deben haber aprendido ya a controlar por completo la micción. Pero algunos siguen mojando la cama con más edad sin que estos escapes involuntarios de orina (enuresis) se deban a ninguna enfermedad o trastorno. En estos casos, los pediatras hablan de “enuresis primaria nocturna monosintomática”. Esta alteración puede tener su origen en diversos factores, pero en general se produce porque existe una desproporción entre el volumen de orina producido y la capacidad de la vejiga, sin que el niño sienta el “acto reflejo” de despertarse e ir a orinar al baño cuando esto ocurre.
Para que el pediatra llegue a su diagnóstico, es fundamental realizar una historia clínica y una exploración física completa del niño. Además, se deben valorar otros aspectos como si los padres también padecieron enuresis en su niñez o la presencia de otros posibles síntomas característicos de enfermedades como diabetes, infección urinaria, trastornos neurológicos o problemas en la columna vertebral, entre otros.
El factor familiar
La enuresis es más frecuente en varones y también cuando ambos progenitores han sido enuréticos. La probabilidad de que un hijo sea enurético cuando sus progenitores lo han sido es bastante elevada (77%). Cuando solo uno de los padres lo fue, la probabilidad es del 44%, y cuando no lo ha sido ninguno de los dos, el riesgo de enuresis desciende al 15%.
Maneja bien la situación
Es fundamental tener claro que el niño con enuresis moja la cama de manera involuntaria, y por ello hay que desterrar por completo las regañinas, los castigos y los comentarios o comparaciones respecto a los hermanos u otros niños que puedan acrecentar el sentimiento de vergüenza que este problema por sí mismo les provoca. Despertarse mojados cuando saben que son ya demasiado mayores para que esto les ocurra puede provocar en los niños problemas de autoestima que pueden dar lugar, sobre todo, a dificultades en la relación con otros pequeños. Por todo ello, la paciencia, la comprensión y el cariño deben ser la tónica dominante en el manejo de la situación.
Esperar que el problema se resuelva por sí mismo con el tiempo es lo mejor, ya que puede tardar años en solucionarse e irse agravando así la inseguridad del niño y su negativa a ir a campamentos o a dormir en casa de sus amigos o de familiares, distanciándose de esta manera de otros niños de su edad.
Tratamiento con medicamentos
Si fracasan las medidas que pongamos en práctica por nuestra cuenta, el pediatra debe valorar la enuresis que presenta nuestro hijo, para detectar la posible causa y ponerle una solución eficaz.
Este profesional es quien nos recomendará las medidas más efectivas para su caso y, si lo considera necesario, prescribirá la medicación más indicada. Igualmente, si fuera oportuno, puede recomendar a los padres la utilización de un sistema de alarma específico para estas situaciones, que es un dispositivo que emite un sonido que despierta al niño por la noche cuando inicia la micción involuntaria.
“Noches secas” con 5 medidas
- Acostumbrar al niño a vaciar la vejiga por completo siempre antes de acostarse. De esta forma será menor la probabilidad de que se acumule suficiente orina que induzca la incontinencia.
- Educarle para que beba líquidos sobre todo durante el día y limitar la ingesta de estos, sin ser demasiado estrictos, después de la cena.
- Ponerle pañales absorbentes para evitar mojar la cama. Ahora existen pañales que pasan totalmente desapercibidos para los demás, con lo que el niño se sentirá más seguro.
- Proteger siempre el colchón con una funda impermeable y cambiar su ropa de cama lo antes posible siempre que esté húmeda.
- Motivar al niño con premios para que se entusiasme con conseguir “noches secas”. Un buen procedimiento es llevar un diario o agenda en la que se apunten las noches en las que no haya tenido escapes, para que sea más consciente de sus logros y se sienta más motivado.
¿Y si es más que orina?
Un trastorno infantil algo menos frecuente es la incontinencia de las heces (encopresis) a cualquier edad posterior a la que debería haberse establecido el control del esfínter anal, que suele situarse en torno a los cuatro años.
La encopresis puede persistir desde la lactancia (si el niño nunca ha llegado a controlar el esfínter anal) o puede regresar después de que el pequeño haya conseguido controlarlo.
Estreñimiento
La mayoría de las veces, este problema se asocia con el estreñimiento crónico: cuando se produce un rebosamiento de las heces en el colon, el niño no es capaz de controlarlas. Si esto le sucede durante el día, cuando está en clase o en compañía de otras personas, esta incómoda situación le produce un comprensible sentimiento de vergüenza y culpabilidad. Con ello, el niño puede sentirse rechazado, lo que hace que se aísle y retraiga. Por estos motivos, el rendimiento escolar del niño puede verse alterado.
La adquisición de unos correctos hábitos defecatorios es fundamental en el mantenimiento del éxito durante el tratamiento. Asimismo, es importante prevenir el estreñimiento hasta restablecer la correcta función intestinal del niño. Muchas veces se requiere psicoterapia para ayudar al pequeño a hacer frente a los sentimientos asociados.