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Dejar de ver los objetos situados en los laterales y fuera del rabillo del ojo o ir perdiendo lentamente la visión periférica son dos de los pocos síntomas con los que puede manifestarse esta enfermedad. Esta discapacidad visual no produce muchas más señales. Se trata de una afección que pasa prácticamente desapercibida pero que puede llegar a generar la pérdida de visión absoluta. Para prevenirla (junto con otros daños oculares) los médicos recomiendan llevar una dieta rica en antioxidantes y, por supuesto, someterse a revisiones oculares constantes a partir de los 50 años.
De qué hablamos
Para poder comprender qué es exactamente la presión ocular y cómo podemos prevenirla lo mejor es conocer en profundidad el globo ocular y de qué está formado.
A diferencia de otros órganos, este no está relleno de sangre sino de líquidos transparentes (el humor vítreo y el humor acuoso) que permiten que la luz y las imágenes que percibimos puedan entrar en el ojo y llegar hasta la retina. Además, estos líquidos tienen una importante función nutritiva y su circulación constante consigue que el globo ocular mantenga su forma esférica. Sin embargo, si falla el drenaje o aumenta su producción, se eleva la presión en el interior del ojo, que puede dañar las estructuras internas, afectando principalmente al nervio óptico y ocasionando el conocido glaucoma.
El glaucoma
"Aunque a veces tendamos a confundirlos, la tensión ocular no es lo mismo que el glaucoma", dice Clara Marcos, oftalmóloga del Hospital Vithas San José de Vitoria. "Este último es una enfermedad compleja y multifactorial, aunque es frecuente que vaya asociado a la presión intraocular alta".
Hablamos de glaucoma cuando la enfermedad ya dificulta el correcto funcionamiento del nervio óptico y por lo tanto se altera la transmisión de las imágenes desde el ojo hasta el cerebro. La prueba diagnóstica que valora esta alteración es la campimetría o campo visual.
Prevención
Los principales factores de riesgo de la presión intraocular elevada son tener más de cincuenta años de edad y padecer diabetes o miopía. Pero no te confundas: es muy importante matizar que el valor de la tensión ocular no tiene relación con la hipertensión arterial. Si tenemos alguno de los factores de riesgo o si en nuestra familia hay antecedentes de glaucoma siempre es una buena razón para realizarnos controles médicos desde la juventud, acudiendo regularmente al médico oftalmólogo, para valorar no sólo la cifra de la tensión ocular, sino también el estado del nervio óptico y la retina.
El principal factor de riesgo es el error de pensar que la tensión ocular se manifiesta con síntomas y que 'si no se nota nada' no es necesario realizarse revisiones. Debemos comprometernos con nosotros mismos y acudir a consulta y revisión al menos una vez al año.
No avisa
El glaucoma es la segunda causa de ceguera en el mundo y se conoce por ser 'la ceguera que no avisa'. Aunque un diagnóstico temprano puede reducir significativamente sus consecuencias y mejorar la calidad de vida de quien lo padece, lo cierto es que en los países desarrollados muchas personas padecen esta enfermedad sin ser conscientes de que la sufren.
Por ello, para que no pase desapercibida, la revisión habitual está más que recomendada, especialmente a partir de los 50 años, edad desde la que la enfermedad tiene una mayor incidencia. En el caso de padecerla nos acompañará toda la vida porque el glaucoma se detiene, pero no se cura.
En la actualidad, según la Asociación del Glaucoma para Afectados y Familiares (AGAF) afecta a un 2% de la población mundial y a cerca de un millón de personas en España. Una grave discapacidad con un problema de base: en su fase inicial no da señales ni síntomas.