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Horas interminables pegados al móvil o frente al ordenador, en el trabajo y en casa, han provocado que nuestro comportamiento on line modifique nuestra vida off line. Y que algunas patologías asociadas al uso del teléfono móvil y de Internet se están extendiendo y empezando a preocupar a las autoridades sanitarias.
En Estados Unidos, por ejemplo, ya existen instituciones especializadas en la adicción a Internet y otras patologías relacionadas con el mundo digital. Y aquí está empezando a pasar lo mismo.
Las cifras hablan por sí solas y son alarmantes, ya que el problema afecta, sobre todo, a los más jóvenes. Algunas investigaciones elaboradas en EE.UU. señalan que el 77% de los jóvenes de entre 14 y 24 años y el 68% de los que tienen entre 25 y 34 años son nomofóbicos –una patología que implica que el que la sufre siente angustia por salir de casa sin el teléfono móvil, se le pierde o si se le acaba la batería–. En España, el Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA) calcula que el 53% de la población sufre este tipo de ansiedad. Además, el 5% de los españoles, cuando sufrimos insomnio, nos enganchamos al teléfono móvil, lo que, según los expertos, no es recomendable.
Normas de uso
Lo ideal para mantener a raya estas adicciones a las nuevas tecnologías es tener una relación sana con nuestros dispositivos digitales. Los expertos sentarse móvil, utilizar despertadores tradicionales en vez del teléfono, que deberíamos apagar durante la noche, y, en el caso de los menores, establecer unos horarios para consultar Internet. Si aún así crees que tienes un problema de adicción al móvil, lo mejor es reconocerlo y acudir a un profesional.
En EE.UU., el 77% de los jóvenes sufre nomofobia. En España la padece el 53% de la población
Ocho trastornos de última generación
- SÍNDROME DE LA VIBRACIÓN FANTASMA: La mayoría de los usuarios de móviles ha creído alguna vez que le había sonado o vibrado el teléfono sin que lo hubiera hecho. ¿La explicación? Nuestro cerebro ha empezado a asociar al móvil muchos de los estímulos que recibimos.
- NOMOFOBIA: Derivado de la unión de las palabras ”no”, “móvil” y “fobia”, este término sirve para denominar a la angustia que supone a algunos no tener acceso al móvil. La reacción va desde una sensación incómoda hasta un ataque de ansiedad.
- CIBERMAREO: Es una ligera sensación de mareo similar a la que algunas personas sufren cuando montan en coche. ¿Un ejemplo? Cuando Apple lanzó la versión 7.0 de iOS –el sistema operativo de iPhone– algunos sentían náuseas y vértigo, debido a los efectos visuales en movimiento de la pantalla.
- DEPRESIÓN DE FACEBOOK: Un estudio ha descubierto que detrás de algunos casos de depresión se encuentra esta red social. Se debe a que, en general, los usuarios de Facebook suben a su perfil fotos de buenos momentos “viajes, fiestas…” y esto puede hacer que otras personas piensen que la vida de los demás es más feliz que la suya.
- DESORDEN DE ADICCIÓN A INTERNET: Es un uso enfermizo de Internet que interfiere en la vida personal o laboral de quien lo sufre. Muchos facultativos consideran que el uso compulsivo de Internet es síntoma de un problema más profundo, como depresión o fobia social.
- DEPENDENCIA DE LOS VIDEOJUEGOS ON LINE: Algunos gobiernos ya han tomado medidas frente a este problema. El surcoreano ha decidido restringir el horario de acceso a estos juegos a los menores después de que un estudio determinara que el 8% de las personas entre 9 y 39 años era adicta.
- CIBERCONDRIA: Es creer que se padece una patología de cuyos síntomas hemos visto en la red. ¿Por ejemplo? Alguien con cefalea– probablemente, sin importancia– busca en la Red y descubre que ese es un síntoma del tumor cerebral. Si es cibercondríaco, se echará a temblar.
- EFECTO GOOGLE: Nuestro cerebro ya no es capaz de retener datos. Se ha vuelto perezoso porque tenemos la posibilidad de acceder a la información en cualquier momento en un solo clic.
Los peligros del “selfie”
Danny Bowman, un chico británico de 19 años, es uno de los primeros casos de adicción a los selfi es –como se denominan en inglés las autofotos con el móvil–. El adolescente llegó a hacerse fotos a sí mismo con el móvil durante 10 horas diarias, hasta la madrugada, y todo por conseguir ser popular en Facebook. Cuando Danny subió a la red social sus primeras fotos, los otros chicos empezaron a meterse con él, ya fuera por el tamaño de su nariz o por su piel muy blanca y enrojecida. Esto le llevó a intentar en todo momento conseguir la instantánea perfecta. La obsesión le llevó a perder 12 kilos y a abandonar los estudios. Se encerró en casa y dejó de ver a sus amigos. Cuando se dio cuenta de que no podría conseguir la foto perfecta, quiso suicidarse, y lo intentó con una caja de somníferos.
La reacción rápida de su madre lo evitó. Los médicos diagnosticaron a Danny trastorno dismórfico corporal, una enfermedad que se caracteriza por una excesiva preocupación por los defectos físicos –ya sean reales o imaginarios–. Danny fue a terapia y, hoy, está rehabilitado y ayuda a otros adolescentes a superar esta adicción.
Síndrome de fatiga visual
Se trata de un síntoma, más que de una enfermedad, y se caracteriza por provocar cansancio, enrojecimiento de los ojos, lagrimeo, visión borrosa, escozor, sensibilidad a la luz o visión borrosa cuando permanecemos mucho tiempo con la mirada fi ja en el ordenador u otras pantallas. Las causas pueden ser varias, desde una escasa cantidad de lágrima o un parpadeo insuficiente, a deslumbramientos o reflejos en el monitor.
Para evitar sus efectos, primero hay que analizar qué es lo que provoca el síndrome y seguir algunos consejos.
Hay que descartar algún defecto en la vista, con lo que una visita al oftalmólogo es necesaria. Además, se debe parpadear con frecuencia y, de vez en cuando, descansar la vista de la pantalla mirando alrededor.
También hay que ajustar la luz de la habitación para evitar reflejos –no es recomendable tener una ventana tras la pantalla para que no haya contraste entre ambas intensidades de luz– o usar un filtro.
Lo ideal es que la pantalla del ordenador esté situada a entre 40 y 60 cm de los ojos y con el contraste y la luminosidad ajustados.