Tener bajo control el estrés, aprender a ponerle al mal tiempo buena cara y aportar tu granito de arena para mejorar el ambiente en la oficina es posible y, además, necesario. Serás más feliz y te evitarás muchos dolores de cabeza.

Dificultad para concentrarte, mal humor, nerviosismo, ansiedad… Esos son los síntomas que delatan la presencia de ese enemigo invisible llamado estrés. Él solito se basta para poner patas arriba nuestros hábitos de sueño y alimentación y provocar agotamiento, dolores de cabeza, debilidad…

En su justa medida, el estrés es necesario para mantenerte alerta, para que respondas en situaciones exigentes y para superarte a ti mismo, pero cuando se te va de las manos el arsenal de efectos negativos no se hará esperar. Toma nota de algunas estrategias prácticas para gestionarlo.

  1. Los propósitos, que sean a medida. Lo de apuntarte a inglés o ir al gimnasio suena ya tan manido (y frustrante) que ha llegado a generar más ansiedad de la que quita. Lo ideal es dar con aquellos propósitos únicos e intransferibles que funcionen para tu caso concreto. Un ejemplo: si lo que te ataca es la mala relación que tienes con tu compañera, piensa en acciones concretas que puedas poner de tu parte para mejorarla y cúmplelas: no contestes con malos modos, ofrécele una sonrisa incluso cuando no la merezca, ofrécele un café… Las tornas de las relaciones pueden cambiarse, pero alguien debe dar el primer paso.

  2. Redescubre la pasión por tu trabajo. Toma consciencia de todo lo que te apasiona (o simplemente te agrada) de tu profesión. Y, si por más que buscas, no lo encuentras, vuelve al punto uno y piensa en algo concreto que puedas hacer por reencontrar la motivación. ¿Es posible que solicites a tu jefe un nuevo cometido? ¿Una mayor responsabilidad? ¿Hay algún curso de formación que te inspire y te ayudaría a reorientarte o mejorar?

  3. Potencia tu vida social. No conviertas el fin de semana en el paraíso, la meta que hay que alcanzar. ¿De verdad quieres reducir la vida a 48 horas semanales? Haz cosas que te gusten también los martes, los jueves y hasta los lunes. Pasar tiempo con tus amigos puede reducir tu estrés y disminuir los efectos de tus experiencias negativas. Aún más, un estudio de la Universidad de Lancaster demostró que trabar amistad con los colegas de la oficina ayuda a sentirse más calmo en el trabajo.

  4. Permítete soñar. Shawn Achor, profesor de la Universidad de Harvard y experto en la relación entre optimismo, felicidad y productividad, explica cómo en un estudio se observó que simplemente con pensar en la idea de ir a ver nuestra película favorita, el nivel de endorfinas aumentaba un 27%. A menudo se disfruta más de la espera y la planificación que de la actividad misma. Así que, señala en el calendario citas apetecibles: una salida a cenar, una escapada divertida, un concierto… Permítete incluso ir más allá e imaginar cómo te gustaría que fuera tu vida dentro de unos años, o cómo serían unas vacaciones en ese lugar idílico... Independientemente de que se hagan realidad o no, estas visiones agradables elevarán los niveles de hormonas de bienestar y tu buen humor.
  5. Dulcifica tu entorno. Las fotos y objetos dispares que adornan las mesas de trabajo son más que mera decoración. Suponen pequeñas cápsulas de energía positiva cada vez que se las mira. Eso sí, con control, porque el desorden dispara el estrés. Procura mantener alejadas las emociones negativas. Según Shawn Anchor, avanzarás un paso de gigante reduciendo al mínimo la dosis diaria de televisión. Vale que hay que estar informado, pero una cosa es no cerrar los ojos a la realidad y otra sobredosis de imágenes e historias de crímenes y tragedias (y esto incluye la ficción).

Tres pecados

El mal ambiente y los conflictos en el ámbito laboral son fuente de tensiones y estrés. Estos son los pecados capitales del mal rollo que debes evitar:

La ira. La frustración, la sobrecarga de trabajo, las pequeñas (o grandes) injusticias y afrentas diarias nos pueden llevar a perder los papeles. Pero expresar nuestra ira suele acarrear represalias y por lo tanto incrementar las cotas de estrés. Antídoto: diplomacia, paciencia y tacto.

El orgullo. A todo el mundo le gustan los halagos. Dedicarles algunos a tus compañeros (incluso a la hora del café) hará el ambiente más agradable. No se trata de regalar piropos sin ton ni son pero, cuando una idea te sorprenda para bien o algo te agrade simplemente, dilo.

La ingratitud. Expresar gratitud te hace sentir bien y, además, tiene un efecto directo en las hormonas reguladoras del estrés. Durante siglos, los filósofos se han referido a la gratitud como una virtud con muchos beneficios, entre ellos está el de hacer la vida mejor para uno mismo y para los demás.

UN MAL DE MUCHOS... ¡Y CADA VEZ DE MÁS!

Una de cada cuatro bajas médicas está relacionada con este problema. Así lo certifican las cifras de la Asociación Española de Especialistas en Medicina del Trabajo (AEEMT). Esto supone que 40 millones de personas sufren estrés laboral en Europa, lo que se traduce en un coste de 20.000 millones de euros.

Los expertos también han revelado que, en Europa, solo el 26% de las empresas (algo menos en España) ha adoptado medidas para reducir su incidencia, pero que hasta el 79% de los directivos está preocupado por las consecuencias.

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