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Sin embargo, no es sólo por el temor a no ser capaces de vencer el síndrome de abstinencia por lo que muchos adictos y adictas a la nicotina no se deciden a abandonar el cigarrillo: tienen miedo, sobre todo, a engordar. Pero, ¿es cierta esa creencia de que “dejar de fumar engorda”?
Asalto a la nevera
Lamentablemente, dicha creencia suele ser una realidad en muchos casos. Según recientes estudios, en los primeros meses después de dejar de fumar es fácil ganar entre un kilo y un kilo y medio, y el peso puede ir aumentando si la persona no es plenamente consciente de los riesgos que ello supone para su salud y no hace nada para evitarlos. Para hallar los motivos de este fenómeno, hay que preguntarse qué hacen los nuevos ex fumadores para superar la ansiedad que supone luchar contra esta dependencia física y psicológica. La respuesta es fácil: recurren a la comida en sustitución del tabaco.
- Comen más cantidad de lo habitual en el desayuno, al mediodía, en la comida, en la merienda, en la cena…La ingesta de calorías llega a ser muy elevada, y la energía que no se quema se acumula en forma de kilos de más.
- Además, “pican” entre horas alimentos normalmente muy calóricos, ricos en azúcar, sal y grasas perjudiciales (caramelos, bollos, chocolatinas, aperitivos fritos…) que les distraen y les aporta un sabor agradable en la boca y les mantiene con las manos ocupadas, con lo que olvidan las ganas de fumar, especialmente en momentos de nerviosismo, cuando están ociosos o en situaciones en las que antes siempre solían echar mano a la cajetilla.
Más riesgo cardiovascular
No es difícil comprender que las consecuencias de estos nuevos “vicios” alimentarios, que se convierten en dependencias psicológicas, acarreen un significativo aumento de peso a medio y a largo plazo si no se les pone freno en cuanto comienzan a ser hábitos demasiado recurrentes.
No nos engañemos: es cierto que abandonar el tabaco significa dar portazo a uno de los riesgos más importantes para las enfermedades cardiovasculares, pero comer compulsivamente y abusando de alimentos nada saludables, conduce a otros peligros para el corazón que se asocian al sobrepeso o la obesidad: hay más riesgo de diabetes.
DÉJATE AYUDAR Y LO LOGRARÁS
- Si fumas y has tomado seriamente la determinación de dejarlo, lo mejor es que te pongas en manos de tu médico de familia o de un especialista en terapias específicas para abandonar el tabaco. Te prescribirán el tratamiento más adecuado para frenar el síndrome de abstinencia y evitar las recaídas.
- Al mismo tiempo, te orientarán en cuanto a la dieta más adecuada para ti a partir de este momento, controlarán tu peso y, si es necesario, llevará un seguimiento de tus niveles de glucosa, colesterol, triglicéridos, presión arterial y otras variables, para tenerlas bajo control.
Gánale el pulso al síndrome de abstinencia
- Relájate controlando la respiración: inspira y espira profundamente tres veces seguidas llenando el abdomen. Las técnicas del yoga son muy eficaces.
- Los primeros días puedes tener insomnio o nerviosismo. Evita el café y otras bebidas con cafeína. Sustitúyelas por infusiones de tila, melisa o valeriana.
- Si tienes hambre entre horas y te apetece algo dulce, mastica chicle sin azúcar. Como tentempié, opta por alimentos bajos en calorías: un puñadito de nueces (tres o cuatro), un mini sandwich de pavo, etc. Bebe mucha agua y zumos naturales.
- Es normal tener dificultad para concentrarse y estar más cansado. Por ello, no te exijas un alto rendimiento en un par de semanas y descansa más. Y no pierdas horas de sueño.
- Plantéate un plan regular de ejercicio ¡y cúmplelo! Estar activo todos los días también contribuye a aliviar la ansiedad y previene que aumentes de peso.
Comprométete con tu salud
El apoyo de un profesional puede multiplicar por diez tus posibilidades de dejar el tabaco, pero sólo lo conseguirás si te mantienes firme en ese importante compromiso con tu salud.
Comer más y llevar una dieta rica en sal, grasa y azúcar aumenta el riesgo para el corazón