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Seguro que estas navidades has disfrutado de ellas, tanto solas como en diferentes platos. Y es que siempre relacionamos las gambas con una celebración especial porque años atrás su valor económico las relegaban a momentos muy puntuales. De hecho, existen escritos romanos del siglo I en el que se habla de este y otros crustáceos como los platos estrellas de los grandes banquetes. Sin embargo, hoy en día las podemos encontrar frescas a buen precio durante todo el año, y son aún más asequibles si las compramos cocidas o congeladas
Poca grasa, mucha proteína
- La gamba y demás crustáceos, como los langostinos, las cigalas o los camarones, no solo son un placer para el paladar, sino que tienen un perfil nutricional muy destacable, aunque como ocurre con la mayoría de los alimentos, hay quien debe limitar su consumo por su estado de salud.
- Apenas aportan calorías: tan solo 93 Kcal por cada cien gramos. Su contenido en hidratos de carbono y grasas es bajo (1,5 gramos y 1,40 gramos por cada 100 gramos de gambas, respectivamente). Por ello, es un alimento a tener muy en cuenta en las dietas de adelgazamiento, siempre y cuando no se acompañe de salsas y aderezos calóricos.
- En el otro extremo se encuentran las proteínas, con un aporte elevado: entre 20 y 25 gramos por cada 100 gramos de gambas.
- De la misma forma destaca su contenido en yodo, pero también de calcio, hierro, zinc y fósforo. Sin embargo, escasean en ellas las vitaminas, aunque no es despreciable la presencia de vitamina B3 (niacina).
¿Para todos?
Si hay alguna “pega” que ponerle a estos crustáceos es su contenido en colesterol (150 miligramos por cada cien gramos) y de purinas, que son relativamente altos, de ahí que las personas con colesterol, ácido úrico elevado e hipertensión deban limitar su consumo y siempre desechar la cabeza, porque es la parte en la que se concentra más cantidad de colesterol.
Por otro lado, las personas que no pueden comerlas bajo ningún concepto son los alérgicos al marisco. Los síntomas de esta alergia van desde un leve picor de boca y garganta hasta un posible shock anafiláctico en los casos más graves. Esta reacción la provoca la parvalbumina, una proteína que también se encuentra en otros crustáceos, por lo que si una persona es alérgica a un tipo de marisco, lo más probable es que le den alergia todos los demás.
Es una de las mayores fuentes naturales de yodo: 100 g de gambas contienen 90 mg de este mineral esencial para la tiroides
Conservación adecuada
El marisco en general tiene un periodo de conservación muy corto, por lo que siempre debe conservarse en la nevera, en la parte menos fría, un máximo de dos días si es fresco. Si no se va a comer en ese plazo, es mejor cocinarlo y dejarlo preparado para otro día, manteniéndolo igualmente bien refrigerado.
Si se congela en casa, puede aguantar hasta seis meses, aunque su calidad y textura distarán mucho de las que tenían en fresco. Una vez descongelado, hay que consumirlo en un plazo de 24 horas.
¿Frescas o pasadas?
Las gambas son frescas si:
- La cáscara y la cabeza son difíciles de desprender.
- Tiene bigotes muy largos y enteros.
- La unión de cabeza y abdomen es de color claro.
- Su olor es a mar, pero no intenso.
- Su carne es de color blanca o rosada.
- Su textura es elástica.
Rechaza las que tengan:
- La cabeza desprendida (o casi) del abdomen.
- No tiene bigotes o están cortados.
- Un olor muy fuerte, parecido al amoniaco.
- Carne con partes ennegrecidas y/o tonalidad amarillenta.
- Su textura poco consistente (se deshace fácilmente).