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La tradición repostera y turronera de nuestro país se lo debe todo a la almendra. No cabe duda que la Navidad es la temporada más “almendrera” del año, porque es ingrediente principal en la elaboración de cientos de variedades de dulces típicos que se degustan en toda nuestra geografía en estas fechas.
Tan versátil es la almendra que con ella se elaboran además muy diversos platos de carne y pescado, postres y hasta bebidas. Como aperitivo, no hay nada más español que un puñadito de almendras, solas o acompañadas de otros frutos secos.
No en vano España es el segundo productor y consumidor mundial de almendra, solo por detrás de Estados Unidos.
¿Porqué esta afición tan arraigada por la almendra en nuestra gastronomía? Motivos hay para dar y tomar: su exquisito sabor, que combina bien con todo tipo de alimentos y formas de preparación; su versatilidad (da juego para utilizarla picada, molida, en forma de pasta, salada o con azúcar, tostada o cruda...) y, por supuesto, sus extraordinarias cualidades beneficiosas para la salud. Por todo ello, la almendra forma parte, por derecho propio, de la Dieta Mediterránea.
Marcona y largueta, las más apreciadas
Más de cien variedades de almendra se cultivan en España. Son cinco las de mayor calidad (Marcona, Largueta, Planeta, Comunas o Valencias y Mallorca), pero las más consumidas con diferencia son las dos primeras:
- La almendra Marcona, de forma redondeada, se descascarilla y se tuesta para la elaboración de turrones como los de Denominación de Origen Jijona (“turrón blando”) y Alicante (“turrón duro”). Con pasta de almendra Marcona también se elabora el mazapán de Toledo, que también cuenta con su propia Denominación de Calidad. Y no olvidemos los tradicionales guirlaches aragoneses o los polvorones y mantecados, como los de Estepa. Por otra parte, se suele destinar a la producción de almendras fritas por contener algo menos de grasa que otras variedades.
- La almendra Largueta también se emplea en la fabricación de aperitivos, aunque en este caso solo horneada, con o sin sal. Es más alargada y estrecha que la Marcona, y se le suele dejar la piel, que es comestible. Igualmente tiene uso repostero: se hacen con ella las peladillas y chocolates con almendra entera o pralinés (con crema de almendra).
¡Requetesanas!
Las almendras son un alimento excepcionalmente nutritivo y bueno para la salud por muchas razones:
- Aportan buenas cantidades de grasas saludables, monoinsaturadas y poliinsaturadas, que contribuyen a prevenir las enfermedades cardiovasculares, puesto que ayudan a bajar el colesterol “malo” (LDL) y a elevar el colesterol “bueno” (HDL). El 80% de su contenido graso (que representa entre el 35 y el 55% de su peso total), es ácido oléico, una grasa monoinsaturada que también está en el aceite de oliva. Solo entre un 1 y un 5% de la grasa de la almendra es de tipo perjudicial (saturada).
- Son muy ricas en proteínas, curiosamente, más que otros frutos secos como las avellanas, las nueces, los piñones o los anacardos. Por eso favorecen el buen estado de los músculos y de todos los tejidos del cuerpo, así como para el buen funcionamiento de órganos como el corazón y el cerebro.
- Aportan carbohidratos complejos (de absorción lenta), que el organismo utiliza como fuente de energía a medida que la necesita, sin que se produzcan desequilibrios en el nivel de glucosa en sangre. Por ello, las almendras son un alimento apto en la dieta de las personas con diabetes, en lugar de otros alimentos ricos en carbohidratos de absorción rápida, que pueden producirles peligrosas elevaciones de glucosa.
- Su alto contenido en FIBRA (de la que el 90% es insoluble) ayuda a controlar el peso al tener efecto saciante, y mejora el tránsito intestinal, lo cual interesa en especial a las personas que suelen padecer estreñimiento.
- Proporciona dosis altas de vitaminas (A, B. C y E) y minerales (sobre todo calcio, pero también hierro, magnesio, fósforo, potasio o zinc, entre otros), por lo que ayudan a completar los las cantidades requeridas de estos nutrientes para tener una buena salud general.
Un “puñadito”, lo más saludable
Por su composición, la almendra es por sí misma un alimento bastante calórico que hay que consumir con moderación si no queremos engordar, sobre todo si nos gustan fritas o garrapiñadas.
Para que te hagas una idea, 100 gramos de almendra cruda blanqueada aportan 581 kcal. La misma cantida de almendra tostada sin sal incrementa un poco el valor calórico (597 kcal), y este aumenta más en el caso de la almendra frita con o sin sal (607 kcal).
¡Claro que es una tentación picar de la bolsa sin parar! Por eso hay que “obligarse” a comer solo la cantidad recomendada: un puñado (la cantidad que cabe en el cuenco de la mano) tres o cuatro veces a la semana.
Una España sembrada de almendros
Las encontramos en gran cantidad en toda la Península Ibérica, pero las mayores plantaciones de almendros se extienden por todo el litoral mediterráneo (Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares –concretamente, Mallorca–, Andalucía) y Aragón, cuyo paisaje se llena de belleza cuando brotan sus millones de flores blancas o tímidamente rosadas. La temporada de floración de este árbol de hoja caduca varía entre mediados de enero y primeros de abril, según según la latitud y altura de cada zona.
Las bondades de su aceite
A la piel también le gustan los nutrientes de la almendra. Desde hace muchos siglos, el aceite natural que se extrae de ella está indicado para tratar las pieles más sensibles.
- Costra láctea: En los bebés ayuda a eliminarla mejor del cuero cabelludo. También alivia las irritaciones del pañal.
- Estrías: En las embarazadas ayuda a prevenirlas en vientre y pecho.
- Dermatitis, eczema o psoriasis: Su acción hidratante y suavizante alivia los picores, por lo que es especialmente beneficioso en estos casos.
- Quemaduras y heridas leves: Aplicado sobre la cicatriz ayuda a regenerar la piel.
- Cabello frágil: Una mascarilla con este aceite actúa como reparador capilar.
La almendra es el sabor más auténtico de la Navidad española. ¡Disfrútala!