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España se ha convertido en el país con más obesidad de toda Europa, y esta enfermedad está calando cada vez más en los niños y adolescentes: según los resultados de un reciente estudio de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), la prevalencia de este problema supera ya el 30% de nuestra población infantil. Este estudio epidemiológico, en el que han participado un total de 7.500 niños de entre seis y diez años, es el primero que se realiza teniendo en cuenta datos reales como el peso, la edad o la altura, por lo que por primera vez disponemos de un mapa actual de este problema en España.
Las causas de la obesidad y del sobrepeso –que es la antesala de la obesidad– en los niños y adolescentes son variadas y complejas. Los estudios genéticos y metabólicos indican que hay chavales más susceptibles de ganar peso que otros, si bien en la mayoría de los casos este exceso de peso corporal tiene una relación directa con una dieta desequilibrada, así como con la falta de actividad física, unos hábitos a que, tristemente, ha ido haciendo suyos buena parte de la población infantil y juvenil de nuestro país en los últimos años.
Chucherías poco sanas
Los escolares tienen a su alcance una amplia variedad de productos muy poco sanos para saciar su apetito entre horas: bollería industrial, aperitivos fritos, refrescos y otras chucherías hipercalóricas por su alto contenido en azúcar y grasas saturadas, con un exceso de sal, aditivos y colorantes. No parece raro que los niños que consumen un exceso de estos productos engorden hasta cuatro kilos al año.
Muchos centros educativos han puesto de su parte en la lucha contra la obesidad infantil con diferentes medidas: limitan los productos más “insanos” que se pueden adquirir en las máquinas expendedoras y diseñan menús más equilibrados para sus comedores escolares. Los nutricionistas, endocrinos y pediatras consideran útiles estas iniciativas, pero, según advierten, son insuficientes si no se acompañan de una adecuada educación nutricional y de un fomento de la actividad física en el seno de la familia.
Prevención desde el embarazo
Está comprobado que una madre obesa o fumadora durante la gestación es más probable que tenga un niño obeso. También “comer por dos” durante el embarazo y seguir haciéndolo después del parto origina en el niño un aumento del apetito y aumenta su probabilidad de sobrepeso.
Sigue los consejos del pediatra
- La lactancia materna es recomendable durante al menos los seis primeros meses de vida, ya que este alimento reduce la probabilidad de obesidad debido a su composición nutricional.
El olor y sabor de la leche materna varía según lo que ingiera la madre. Si esta consume habitualmente frutas y vegetales favorecerá su consumo en los bebés cuando se le ofrezcan. - A partir del segundo año hay que conseguir que los hábitos alimenticios de los niños sean saludables y que las comidas sean ricas, variadas, con distintos alimentos, textura, color y sabor.
- Es muy importante equilibrar lo que come con lo que gasta; es decir, ajustar la dieta para conseguir un desarrollo armónico. Para ello es necesario controlar, de forma periódica, el peso, la talla y el índice de masa corporal (IMC), con orientación del pediatra.
Tentempié sano
Que los padres se impliquen en la buena educación nutricional de sus hijos es decisivo en su salud. La clave está en enseñarles a elegir por sí mismos los alimentos más saludables para ellos.
En el patio del cole, hay que animarlos a que coman un bocadillo hecho en casa de tamaño mediano hecho con pan de barra (50 gramos) y un par de lonchas de jamón, por ejemplo, que les aportará menos de la mitad de calorías que la bollería industrial.
Y en la merienda, ponles fruta pelada en trozos y zumos naturales.
¡Que no paren!
La mejor forma de estimular en los más pequeños la práctica de ejercicio físico es a través del juego. En verano, lo mejor es animarles a que jueguen al aire libre -bien protegidos del sol- a los juegos “de toda la vida” o a que practique cualquier deporte.