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Ya nos lo avisaron y estamos comprobando que las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología estaban en lo cierto: este verano está siendo particularmente caluroso en la mayor parte de España. Ante esta situación, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología recuerda que los mayores son las personas que corren más riesgo de padecer un “golpe de calor”, ya que son más sensibles ante las temperaturas extremas y porque la sensación de sed en ellos es menor, motivo por el que no beben la cantidad de líquido que necesitan y se deshidratan con más rapidez. En este mismo riesgo están también los niños y las personas con obesidad o con patologías crónicas que toman medicación.
¿Por qué sucede?
Nuestro organismo está preparado para mantener una temperatura casi constante, normalmente entre 36 y 37 ºC, pero si el calor del ambiente es muy elevado, en determinadas circunstancias el complejo mecanismo termostático de nuestro cuerpo se descompensa y entra en alarma. Si la temperatura del cuerpo llega a rebasar los 40 grados, entra en estado de hipertermia o “golpe de calor”.
Deshidratación extrema
El principal mecanismo ante un incremento de la temperatura corporal es una dilatación de los pequeños vasos periféricos para favorecer el paso de la sangre por la piel. Esto, unido a un aumento de la sudoración, hace que se pierda calor por evaporación, lo que puede llevar a una importante bajada de tensión arterial, debilidad arterial y hasta a una pérdida importantísima de líquidos que afecte a distintos órganos (riñón, corazón, cerebro…).
Si no se ingiere líquido, la situación avanza: se deja de sudar, la piel presenta un aspecto seco y enrojecido, la temperatura corporal asciende progresivamente, pudiendo superar los 40 grados. Es cuando hablamos de propiamente “golpe de calor”.
Si además de un intenso calor también hay una alta humedad en el ambiente, o bien si se está realizando alguna actividad física, la descompensación térmica que puede sufrir el organismo puede dar lugar a un “shock” o fallo multiorgánico en las personas más sensibles que pueden poner en riesgo su vida.
¿Cómo atender a una persona si le ocurre?
- Colocar a la persona afectada en posición semisentada, en un lugar fresco, ventilado y a la sombra.
- Bajar su temperatura corporal aplicándole toallas húmedas o con un poco de hielo sobre la cabeza, la frente y la nuca.
- Mojar también la ropa para que la persona se mantenga fresca.
- Darle pequeños sorbos de agua fresca, no muy fría.
- Trasladar de inmediato al afectado a un servicio médico de urgencia para que valore su situación, en especial si se trata de una persona de edad avanzada.
¿Cómo prevenirlo?
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología insiste en la importancia de seguir unas sencillas medidas de prevención:
- Tomar muchos líquidos. Se debe consumir agua, infusiones, zumos de frutas aunque no se tenga sed, evitando el consumo de bebidas alcohólicas.
- Realizar comidas ligeras.
- Evitar la exposición al sol en las horas de mayor intensidad (entre las 12.00 y las 16.00 h) y con una humedad relativa alta (mayor del 60%).
- No hacer ejercicio intenso en momentos de calor.
- Mantener la casa fresca y ventilada.
- Evitar llevar ropa ajustada y usar preferentemente tejidos ligeros, como el algodón, de colores claros. Es recomendable usar un sombrero o gorra para protejer la cabeza del sol.
- En el caso de los mayores, consultar al geriatra si se va a salir de a pasar unas vacaciones, por si la medicación pudiera influir.
Atención a los síntomas
- Dolor de cabeza intenso.
- Bajada de la tensión arterial.
- Sensación de boca seca y pastosa.
- Debilidad, calambres musculares.
- Mareo y escalofríos.
- Náuseas o vómitos.
- Piel seca y enrojecida.
- Falta de sudoración ante las temperaturas altas.
- Desorientación, confusión. A veces, pérdida de conciencia.
Los mayores, las personas con enfermedades crónicas y los niños son especialmente sensibles al calor intenso. ¡Protegéos correctamente de él!