Es época de catarros y gripes ¡Abrígate Bien!

Los microbios que provocan las típicas enfermedades respiratorias de esta temporada están al acecho para hacer de las suyas en cuanto bajemos la guardia. ¿Sabes ya como protegerte de ellos?


Asómate a la ventana... ¿qué ves? Bufandas, gorros, abrigos, guantes, orejeras… Ahora sí que sí: época más fría del año ya ha llegado. Aunque la fecha oficial de comienzo de este invierno es el 21 de diciembre, desde hace varias semanas en casi toda España soportamos a diario bajas temperaturas, acompañadas a menudo de viento, lluvia y hasta nieve en algunas zonas. Con este ambiente gélido, queda inaugurada la “temporada alta” de los virus y bacterias que causan las infecciones respiratorias más frecuentes, que en este medio se propagan a sus anchas. Para que no nos afecten, tenemos que conocer cómo actúan y armarnos contra ellos.

¿Quién es quién?

GRIPE: Es una enfermedad causada por virus Influenza tipo A y B, que ocasionan una infección aguda del aparato respiratorio. Algo muy característico de este microorganismo es su capacidad para contagiarse fácilmente.

Los primeros síntomas de la gripe se empiezan a notar unos cuatro días después de la intrusión del virus Influenza en nuestro organismo. La infección dura generalmente una semana y se caracteriza, a diferencia del catarro, por la aparición repentina de fiebre alta (entre 38 y 40 ºC), dolores musculares, cefalea y malestar general importante, tos seca, dolor de garganta y rinitis.

En España, el primer brote de gripe suele aparecer entre finales de diciembre y principios de enero.

El virus de la gripe muta de una temporada a otra, por lo que las vacunas que se administran para combatirlo a la población de riesgo son diferentes cada año. 

RESFRIADO (Catarro): Es la enfermedad leve más extendida en el mundo: la mayor parte de la población de todas las edades se resfría una media de entre dos y cuatro veces al año.

Los síntomas típicos, que por lo general duran tres o cuatro días –aunque se pueden prolongar más–son mucosidad fluida y abundante, congestión nasal, estornudos, picor de garganta, tos, flemas, ojos llorosos, cansancio, malestar general y a veces fiebre moderada.

Más de doscientos tipos de virus pueden causar el resfriado, una cifra tan grande que es imposible que exista un tratamiento farmacológico eficaz que lo cure, ni una vacuna que lo prevenga.

AMIGDALITIS: Es la inflamación de las amígdalas palatinas (conocidas popularmente como anginas), órganos rojizos de tamaño pequeño que se encuentran en la faringe y que son responsables de eliminar toxinas y de crear anticuerpos contra las infecciones. Debido a su localización –en la confluencia de las vías respiratoria y digestiva– su inflamación es frecuente, sobre todo en los niños pequeños, que por primera vez se enfrentan a microorganismos contra los que aún no han desarrollado defensas.

Los síntomas más comunes son inflamación y dolor de garganta (faringitis), fiebre entre 38 y 40ºC, cansancio, dolor de cabeza, mucosidad nasal, tos, ganglios inflamados en el cuello y enrojecimiento ocular.

Nunca te automediques con fármacos antigripales si padeces cualquier enfermedad crónica. Consulta a tu médico cuál te va mejor

Antibióticos ¿Sí o no?

Los antibióticos disponibles actualmente son muy eficaces para combatir las infecciones bacterianas, pero de nada sirve tratar con este tipo de medicamentos cualquier enfermedad que esté causada por virus, como la gripe, el resfriado o la mayoría de las amigdalitis, puesto que los antibióticos solo tienen capacidad para acabar con las bacterias.

Automedicarnos por nuestra cuenta con antibióticos creyendo que son la solución para las dolencias de tipo respiratorio no solo es inútil, sino que además contribuye a que nuestro organismo se haga resistente a estos fármacos, de manera que pueden no hacernos efecto cuando realmente los necesitemos.

Pero los médicos también tienen parte de responsabilidad en que se utilicen correctamente los antibióticos. Por ejemplo, en el caso concreto de las amigdalitis, debido a que a veces no se diagnostican correctamente, en muchos casos los médicos prescriben antibióticos y dosis elevadas de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), como el ibuprofeno, para hacer frente a los síntomas de esta enfermedad. Esto es un error, por lo que es necesario mejorar el diagnóstico de esta enfermedad respiratoria y el manejo de los tratamientos.

INFECCIONES "SECUNDARIAS"

A menudo, la vulnerabilidad que provoca un catarro o una gripe en el aparato respiratorio es la puerta abierta a las bacterias, que provocan infecciones bacterianas. Si la mucosidad se acumula en exceso, puede dar lugar a la inflamación de la laringe (laringitis), la faringe (faringitis), los senos paranasales (sinusitis) o el oído (otitis), dado que están comunicados internamente con la nariz.

Pero las bacterias pueden alcanzar a veces las vías bajas respiratorias, afectando a los bronquios (bronquitis aguda) o a los pulmones (neumonía). Las personas de edad avanzada, las que padecen enfermedades crónicas y los niños son más sensibles a este tipo de infecciones, que en su caso pueden ser mucho más serias, por lo que en estos casos hay que extremar las precauciones para evitar contagios y, ante cualquier síntoma, consultar al médico.

Una vez confirmado que realmente son bacterias las responsables de la enfermedad, el tratamiento es con antibióticos, con los que es muy importante respetar una serie de normas:

  • Cumplir escrupulosamente las pautas que nos dé el médico en cuanto dosis y duración del tratamiento, aunque los síntomas de la enfermedad remitan antes. Si lo interrumpimos pueden quedar bacterias vivas y volverse resistentes al fármaco.

  • No saltarse ninguna toma.

  • Tomar solo el antibiótico que nos ha indicado el médico. No reutilizar nunca los que antibióticos que tenga guardados en el botiquín de casa o que nos recomiende otra persona. Tomar un antibiótico inadecuado puede empeorar la enfermedad.

  • Si notamos cualquier efecto adverso, informar a nuestro médico. 

Nuestro cuerpo se hace resistente a los antibióticos si los tomamos sin necesidad

Si ya lo has pillado...

Cuando se trata de infecciones respiratorias víricas, lo normal es que se resuelvan por sí mismas en pocos días, pero si los síntomas son intensos o incómodos y te impiden llevar una vida normal, lo siguiente puede resultarte de ayuda:

MEDICAMENTOS

  1. Antitérmicos y analgésicos. El paracetamol es el más utilizado. Pueden ayudar a aliviar la fiebre y los dolores de cabeza y musculares.

  2. Medicamentos antigripales y anticatarrales. No curan la gripe ni el catarro ni consiguen acortar su duración, pero sí pueden aliviar las molestias que nos ocasionan. Se componen de varios fármacos y otros ingredientes, por lo que nos pueden producir más efectos adversos que, por ejemplo, el paracetamol solo.

  3. Descongestionantes nasales. En aerosol o en gotas. Funcionan, pero no deben usarse durante más de tres días, ya que provocaríamos el efecto contrario al deseado: más congestión. Cuidado, porque pueden estar contraindicados en personas con hipertensión o con otros problemas de salud. Para reducir la cantidad de moco también pueden ayudar los antihistamínicos, pero siempre con cuidado, ya que algunos pueden causar somnolencia. Por todo ello, conviene consultar al médico antes de usarlos, pues en ausencia de otros síntomas, la causa puede ser otra diferente a una gripe o un catarro.

  4. Vahos de eucalipto o mentol (o solo con agua caliente). También pueden ayudar a humidificar la mucosa nasal y aliviar la congestión nasal, pero hay que tener precaución, pues pueden provocar quemaduras accidentales en o reacciones alérgicas. No los deben emplear los niños menores de tres años.

  5. Mucolíticos. Hacen los mocos y las flemas más fluidas para poder eliminarlas mejor. En niños no está comprobada su eficacia ni su seguridad y pueden provocar más mucosidad.

  6. Jarabes para la tos. Proporcionan sensación de alivio porque contienen principios activas que suavizan la garganta. Pero no funcionan en caso de tos crónica, como la causada por asma, bronquitis crónica, enfisema o el tabaco. No deben tomarse más de cinco días seguidos. Al llevar azúcares, no deben tomarlos las personas con diabetes.

Para prevenir... ¿Qué puedes hacer tú?

  • ABRIGARTE BIEN. Aunque el frío por sí mismo no provoca el resfriado ni la gripe, sí es el medio ideal para la reproducción y propagación los microorganismos que provocan estas enfermedades. Además, la combinación de frío, escasa humedad y contaminación atmosférica favorece el resecamiento y la irritación de las fosas nasales y de la garganta, lo que las hace más vulnerables a los virus y bacterias.

    Por ello es tan importante abrigarse, sobre todo si vamos a salir de casa, y de manera especial hay que proteger la mucosa respiratoria del frío y del aire seco: una bufanda, un fular o un jersey o un abrigo de cuello alto son prendas indispensables en los días en los que el frío arrecia. Para no pasar calor, en lugar de vestirte con una prenda muy gruesa, arrópate como una cebolla: por capas. De esa manera podrás quitarte la ropa que te sobre y dejarte puesta la necesaria en función de la temperatura.

  • EXTREMAR LA HIGIENE. Cuando una persona con gripe o resfriado habla, tose o estornuda, envía al aire miles de partículas de saliva en las que viajan los virus. Al ser inhaladas estas partículas por otras personas, el virus entra su cuerpo por la nariz y avanza por la garganta y los pulmones, adhiriéndose a las células del sistema respiratorio y multiplicándose para atacar al organismo.

    Como cuando hace frío pasamos más tiempo en lugares cerrados con otras personas, es fácil que se produzcan contagios. Están expuestas a ellos sobre todo las personas que trabajan en centros sanitarios, residencias o centros educativos, así como las familias en las que hay bebés y niños pequeños escolarizados, ya que las guarderías y colegios son auténticos focos de contagio. ¿Cómo evitar contagiarnos y contagiar a los demás?

    • Lavándonos las manos frecuentemente con agua y jabón, sobre todo después de toser, estornudar o atender a una persona enferma.

    • Usando pañuelos de papel desechables (hay que tirarlos a la basura después de cada uso).

    • Procurando no toser o estornudar cerca de otras personas. Cuando tengamos que hacerlo, es muy importante cubrir nariz y boca con un pañuelo de papel.

    • Evitando tocarnos la boca y la nariz.

    • Ventilando las habituaciones, especialmente si se comparte la misma estancia durante un tiempo prolongado con otras personas.

    • En centros de trabajo, limpiando todos los días las superficies que tocamos frecuentemente con las manos, como teléfonos, teclados y mesas.

    • No compartiendo, cubiertos, vasos o alimentos.
  • RESPIRAR POR LA NARIZ. El aire se calienta cuando lo inhalamos a través de ella, y así llega a los pulmones a la temperatura óptima. Además, sus pelillos y su mucosidad se encargar de “atrapar” muchos de los agentes extraños que contiene el aire, como los virus y bacterias, evitando que pasen al interior del organismo.

    En cambio, si respiramos por la boca, el aire frío y sucio entra en contacto directo con la garganta, que se resiente por ello, y entra en el cuerpo sin ser filtrado. 

    Una bufanda bien puesta (cubriendo nariz y boca) ayuda al menos a calentar el aire que respiramos.

  • EVITAR LAS BEBIDAS MUY FRÍAS O MUY CALIENTES, porque sensibilizan la garganta.

  • NO FUMAR y evitar los ambientes con humo, que contiene sustancias tóxicas irritantes.

Alimentación sana + ejercicio: Amigos de tus defensas

Nuestro escudo protector más importante nos lo proporciona una alimentación variada que contenga una proporción adecuada de todos los nutrientes fundamentales: vitaminas, minerales, hidratos de carbono, proteínas, grasas… Pero, sobre todo, los siguientes: 

  1. Vitamina C: Ayuda a reducir la duración y la severidad de las gripes y resfriados. Abunda en frutas y verduras como el kiwi, los cítricos, las fresas, el melón, el pimiento y el tomate.

  2. Vitamina A: Contribuye a mantener en buen estado las mucosas, que son las barreras naturales contra las infecciones. Está en los lácteos, el hígado, los huevos y en algunas frutas como el albaricoque, las cerezas, el melón y el melocotón.

  3. Vitamina E, D y B, hierro, zinc y selenio: Todos ellos estimulan la respuesta inmunológica.

    • La vitamina E está presente en la soja, los cereales y derivados (pan, arroz, pasta…), el aceite de oliva, los vegetales de hoja verde y los frutos secos.

    • La vitamina D se halla en la yemas de huevo, los pescados o el hígado. Algunas marcas de alimentos, como la leche y los yogures están enriquecidos con vitamina D.

    • Las vitaminas del grupo B las tenemos en la carne, las vísceras, en los pescados y mariscos, en los huevos, los cereales, las legumbres, las frutas y las verduras de hoja verde.

    • El hierro abunda sobre todo en el hígado, la carne, el pescado y los huevos.

    • El zinc y el selenio están en casi todos los grupos de alimentos.


Más activos, ¡más protegidos! Sí, aunque no lo sospecharas, también la actividad física nos ayuda a prevenir las enfermedades, desde las más sencillas (como un catarro) a las más complejas (como el cáncer). La razón es que el ejercicio estimula la producción de defensas, y de esta forma logramos que nuestro organismo sea más resistente.

Otros remedios

  • Beber mucha agua. Ingerir líquido es la mejor manera de mantener hidratado el organismo y favorece la producción de mucosidad, que es esencial porque facilita la eliminación de virus y bacterias. En invierno, tómalo en forma de bebidas calientes (caldos, infusiones, sopas) y zumos naturales, que además de líquido aportan vitaminas y minerales esenciales.

  • Miel y limón. Mezclados con un poco de agua caliente, alivian la garganta cuando tenemos tos e inflamación. Es un remedio mucho más barato que cualquier jarabe y sin efectos adversos.

  • Cebolla junto a la cama. Esta hortaliza contiene ciertos componentes que producen una suave acción mucolítica y antiinflamatoria en las vías altas, por lo que ayuda a calmar la tos. Para no toser por la noche, a muchas personas les funciona poner una cebolla partida en dos o tres trozos en un cuenco, en la mesilla de noche, para inhalar los vapores que emana mientras duermen.

  • Descansar en casa. Si la fatiga y el malestar es intenso –lo que es frecuente cuando contraemos la gripe–, merece la pena quedarnos tranquilos en casa durante uno o dos días y procurar dormir todo lo que necesitemos. Descansando facilitamos el “trabajo” de nuestras defensas y nos recuperamos antes. Pero si nos encontramos razonablemente bien y podemos seguir con nuestras actividades diarias, conviene evitar las situaciones estresantes, porque se ha demostrado que el estrés contribuye a la ralentización de la actividad del sistema inmune.

¿Defensas más fuertes con suplementos vitamínicos?

Hay quien confía en que los complementos de vitamina C son un escudo eficaz para estar protegidos de los gérmenes que en esta época más hacen de las suyas. Pero, en realidad, si no tenemos un déficit importante de este nutriente –que es lo normal–, tomar este tipo de suplementos no tiene ninguna utilidad científicamente contrastada.

Basta con mantener una alimentación equilibrada en la que incluyamos alimentos ricos en vitamina C para obtener la cantidad diaria recomendada de este nutriente: 500 miligramos. Tomar una dosis extra de vitamina C en forma de pastillas, caramelos o en cualquier presentación de farmacia o de herbolario no ofrece ninguna ventaja añadida, porque la cantidad de vitamina C que al cuerpo le sobra simplemente no se absorbe o se expulsa con la orina.

Ya lo sabes: para que tus resfriados sean más livianos, la clave está en que te alimentes de manera sana, no tomar suplementos vitamínicos si no son estrictamente necesarios.

 

 

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