Gente “tóxica” ¡Inmunízate frente a ella!

Su actitud negativa, sus comentarios hirientes y su mala energía se propagan como los virus. Y sus efectos son muy negativos: agotamiento físico y mental, trastornos del comportamiento… A falta de vacuna, aquí tienes estrategias para detectar a esa gente “tóxica” y ponerte a salvo.

Todos en algún momento de nuestra vida cotidiana (tal vez justamente ahora) hemos tenido un compañero de trabajo criticón que pasa más tiempo quejándose por cualquier cosa que ocupándose de sus responsabilidades; o un familiar pesimista que siempre habla en un tono tan negativo de todo que quedar con él es como ir a un funeral; o un amigo que solo se acuerda de nosotros cuando necesita ayuda de algún tipo o llorar sobre nuestro hombro; o una pareja manipuladora que siempre se las arregla para ningunear nuestros deseos y que acabemos haciendo lo que le apetezca. Todos ellos son ejemplos de personas 'tóxicas'.

También conocidos como 'vampiros emocionales', estos personajes tienen la habilidad de, consciente o inconscientemente, sustraer la energía y el buen ánimo a las personas que les rodean, creando un clima de negatividad. Pero ojo, porque más allá de enturbiar el ambiente, relacionarnos con ellas de manera continuada nos acaba generando altos grados de estrés y agotamiento, físico y emocional. Son, literalmente, ladrones de energía.

Y peor aún, todos somos candidatos a convertirnos (si no lo somos porque el estado emocional de las personas que nos rodean acaba por afectarnos: las emociones se contagian. ¿Te has dado cuenta de que de tanto tiempo que pasas con ese compañero criticón tú también criticas más? ¿De qué te has vuelto más quejica si quienes te rodean también lo son? El primer paso para sustraerse al poder de los seres 'tóxicos' es identificarlos, algo que no es tan fácil como parece. Muchas veces no reparamos en su personalidad hasta que caemos en la cuenta de que después de estar con ellos siempre se repiten las mismas sensaciones negativas: sensación de bajón, agotamiento, frustración, estrés o alivio por estar por fin solos.

Bernardo Stamateas, psicólogo, terapeuta familiar y autor de Gente tóxica, identifica en su libro algunos de los tipos más frecuentes.

El 'meteculpas'

La culpa es una emoción que nos paraliza, que nos impide seguir desarrollando todo el potencial que tenemos; la culpa es venganza, enfado y boicot contra uno mismo. «Es uno de los sentimientos más negativos que puede tener el ser humano y, al mismo tiempo, una de las maneras más utilizadas para manipular a los otros», advierte el experto. Este tipo de gente 'tóxica' convierte nuestras prioridades en necesidades secundarias con mensajes de este tipo: «No eres lo bastante bueno»., «tú me haces ser así» o «tu problema no es tan grande como el mío».

El envidioso

Todos sabemos lo que es la envidia, esa emoción que empuja a desear lo que otra persona tiene, sea material, afectivo o circunstancial. Lleva siempre consigo una continua insatisfacción y rabia producidas por el logro de los otros. «La envidia trata de destruirte a través de la persecución abierta o de la descalificación, de la calumnia. Su objetivo será siempre el mismo: perseguirte», advierte el experto. Y boicotear tu avance y tus proyectos. Y ojo, porque si es necesario buscará aliados y propagará su veneno… Atención a frases del tipo: «Lo que yo te digo no es para criticarte», «Ojo, no lo digo para que te vaya mal…».

El descalificador

Tal y como lo expone Bernardo Stamateas, muchas personas desperdician a diario horas de su tiempo tratando de descalificar a todos lo que están a su alrededor. Parecen disfrutar menospreciando y rebajando a los demás. Puede esconderse detrás de máscaras, juega el papel de amigo, de compañero y hasta de hermano y fingir estar interesado y escucharte, pero en el fondo cree que solo él tiene razón. «El descalificador tiene por objetivo controlar nuestra autoestima, hacernos sentir 'nada' ante los demás, para que de esta forma él pueda brillar y ser el centro del universo».

El agresivo verbal

Puede ser un jefe, un padre, una pareja, un hermano… Los gritos, las contestaciones agresivas y fuera de lugar son sus armas para hacer a la otra persona sentirse incapaz, débil e insegura. Su objetivo es despertar miedo a su alrededor para ser respetado. Muchas veces vivimos supeditando nuestro bienestar al humor y al trato que los otros quieran darnos. «¡Cuánta energía extra consumimos al detenernos a pensar cuestiones como: ¿Cómo se levantará hoy?, ¿tendremos un día de paz o de guerra?».

El psicópata

El término nos suena a thriller peliculero y a noticias luctuosas en los telediarios, pero los psicópatas, dice el autor, están en todas partes. «Son expertos en la mentira y en los engaños, y tienen como fin traicionarte y arruinar tu vida». Son personas que no sienten culpa ni angustia, que mienten, engañan, roban y no sienten absolutamente nada por el daño que causan. El psicópata mostrará una imagen falsa todo el tiempo. Muestran una imagen que no se corresponde con su interior. Son tus 'amigos' mientras les sirves para conseguir sus propósitos. Una vez alcanzados te desechan y te tratan como si no te conocieran. ¿Cómo identificarlos? Estos son algunos de los adjetivos que el psicólogo le otorga: son egocéntricos, orgullosos, con una autoestima muy elevada, mentirosos, crueles, caprichosos y carentes de empatía. Son muy observadores y superficiales. Suelen ofenderse por todo y se muestran incapaces de detectar el sufrimiento en los demás humanos.

El manipulador

Pretende tener el control sobre tu vida y para ello se valdrá de distintas armas, empezando por la seducción (se presenta como alguien bueno, generoso, protector…), pasando después al acoso moral y al maltrato verbal. Estudian a las personas en busca de su vulnerabilidad, de su debilidad. Suelen tener como objetivo a aquellas a las que les cuesta decir 'no', que temen la confrontación y privilegian la amabilidad.

El quejoso

«Si llueve les molesta y si sale el sol, también; si los saludas de mala gana se enojan y si los saludas amablemente les fastidia. El tema es quejarse, tener un motivo para pensar que el mundo está contra ellos y que nadie es capaz de entenderlos_. Así define Bernardo Stamateas a este perfil humano. No se dan cuenta de que el tiempo de la queja es un tiempo perdido, tienen una mente cerrada, dudan de todo y no tienen metas. Son dependientes y esperan que los demás les resuelvan sus problemas.

Blinda tu bienestar

Seguro que a estas alturas de la lectura ya habrás reconocido a más de uno de esos individuos 'tóxicos' que pululan en tu vida. Incluso te puede rondar la molesta idea de que tal vez tú mismo también puedas ser un vampiro emocional para determinadas personas de tu entorno. Lo cierto es que, sin estrategias eficaces de autodefensa para mantenerlos a raya, somos un suculento plato para los manipuladores emocionales, lo que hace que, sin querer, acabemos desarrollando comportamientos y síntomas poco saludables (trastornos alimenticios, aislamiento social, cambios de humor, apatía, irritabilidad…). El siguiente paso, por lo tanto, será protegernos de ellos.

Una buena manera es exprimir la capacidad de abstracción que todos tenemos. Consiste en cerrarle el acceso a nuestra mente y a nuestras emociones al 'ruido' exterior. Es decir, no caer en el victimismo y hacer oídos sordos a mensajes negativos y actitudes corrosivas. Esa solución pasará necesariamente por reforzar nuestra autoestima, reafirmarnos en nuestros valores, reconocernos nuestros propios méritos, apuntalar nuestra independencia y cultivar los vínculos afectivos verdaderos y una buena red de amistades basada en los valores. Si ves que tu muro de contención emocional pierde fuerza y el veneno de los seres 'tóxicos' se cuela por las grietas, es hora de establecer límites y cumplirlos («esto es lo que puedo hacer por esta persona y esto es lo que no»). Para ello, tu mejor arma es la asertividad, que permite fijar límites usando frases desde el yo. Por ejemplo: «Cuando haces/dices..., yo me siento…». «Lo que yo necesito es…». Decir 'no' (sin agresividad y evitando el enfrentamiento) te hará ganar enteros en respeto. Y, en ocasiones, cuando nada de esto funciona y la toxicidad invade tu bienestar y asfixia tu felicidad, solo queda una salida: poner tierra de por medio. A veces, una retirada a tiempo es una victoria.

No le idealices: ¡Eso no es amor!

Hemos visto muchas películas, leído muchas novelas y escuchado a muchas amigas llorar con el corazón roto. Sin embargo, no es tan fácil tenerlo claro cuando se vive en primera persona.
Uno se enamora y espera, desea y se empeña en que esa persona sea la perfecta y nos ame también. Pero a veces, simplemente, eso no sucede. “Al idealizar a la otra persona, la estamos colocando en un lugar superior mientras nosotros encogemos, haciéndonos de esta manera más vulnerables y quedando expuestos a que el otro pueda herirnos”, explica el psicólogo Bernardo Stamateas, que recomienda que nos conectemos con los demás siempre “de igual a igual”. No es amor si se establece una relación de sumisión en la que siempre es la misma parte la que cede a los deseos del otro. Tampoco si hay impostura, es decir, si tratas de moldearte al gusto de otro, añadiendo aspectos en su personalidad que antes no estaban y eliminando aquellos que parecen no encajar, todo ello con la idea de convertirte en lo que la pareja espera encontrar.

Cuando la toxicidad invade tu bienestar y asfixia tu felicidad debes poner tierra de por medio


Aprende a decir “no”

Lo cómodo es decir que sí, porque esa palabra abre puertas y siempre es bien recibida. Pero cuando ese "sí" representa aceptar lo que no queremos, cuando representa un compromiso que adquirimos por obligación, cuando esconde la imposibilidad de decir "no", aparecen los problemas que se esconden detrás de un "sí", asegura el psicólogo Xavier Guix en el libro Atrévete a decir no y refuerza tu autoestima. Los "noes", por el contrario, son feos, incómodos y generan contrariedad, pero saber expresar con rotundidad una negativa tiene sus beneficios: "Expresa tu ser, te reafirma; refuerza de forma notable tu confianza y autoestima; ahuyenta el miedo y la culpa; incrementa tus habilidades sociales; permite lograr objetivos y mantener relaciones; logra encontrar bienestar contigo y con los demás", aclara Guix.


¿Y si el eres tú?

Si crees que lo eres, ¡felicidades!, porque estás equivocado. Si consideras que eres un ser "tóxico" es que has hecho introspección y has descubierto que tienes fallos (¿quién no tiene algo de cotilla o de manipulador?). Pero tener ciertos rasgos tóxicos no significa que lo seas, porque el "tóxico" no es consciente de serlo. Para evitar a esos seres, lo mejor es seguir el consejo del investigador Robert Waldinger: "Tener relaciones de calidad, sin importar la cantidad, porque vivir en medio del conflicto es malo para la salud".

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