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Hablamos de anemia cuando los glóbulos rojos contienen menos cantidad de hemoglobina de lo normal (necesaria para el transporte de oxígeno por todo el cuerpo). "Las causas más comunes pasan por una mala absorción intestinal, un sangrado repetido (como la menstruación en las adolescentes) o en momentos de crecimiento rápido tanto en la infancia como en la adolescencia", explica el doctor Antón Castaño, presidente de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP).
Alimentación equilibrada
Una dieta correcta proporciona al niño las cantidades de hierro que precisa (entre 8 y 15mg/diarios).
¿Alimentos ricos en hierro? Las carnes rojas (ternera, cordero y cerdo), los moluscos (almejas y berberechos), los vegetales (calabacín, calabaza y espinacas) y las legumbres.
"Un niño con una dieta en la que no falte la fruta y la verdura a diario y la carne roja y las legumbres dos o tres veces por semana, mantendrá los niveles de hierro adecuados para su edad". ¿Los pequeños con más riesgo de déficit? Aquellos cuyas madres han sufrido anemia durante el embarazo, los bebés prematuros o con bajo peso al nacer y los lactantes que toman leche artificial no completada o enriquecida con este mineral.
Los niños y adolescentes tienen más riesgo de déficit de hierro por su crecimiento
Claves para superarla
Dieta: El primer paso es comprobar si el niño sigue una alimentación equilibrada y que en su dieta no faltan las carnes rojas, los pescados como el atún y el salmón, las verduras, los cereales enriquecidos con hierro y las legumbres.
Suplementos: Si fuera preciso, el pediatra indicará suplementos con hierro en forma de gotas, ampollas bebibles o comprimidos. No te alarmes: es normal que las heces sean más oscuras cuando se ingiere hierro.
Amigos de este mineral: Es importante tomar el hierro medicinal en ayunas, con agua o zumo natural de naranja, pero nunca con leche, ya que dificulta su absorción.
Síntomas comunes
¿Cómo puedes saber si tu hijo la padece? "En la mayoría de los casos no produce síntomas. Los depósitos de hierro se agotan poco a poco y hasta que no se produce una disminución importante no aparecen señales como la palidez, la fatiga, la irritabilidad, la falta de apetito o la apetencia por cosas que no son alimentos (como la tierra). Puede dar también un retraso del desarrollo o aprendizaje y un aumento de la frecuencia cardiaca.