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Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), solo el 31% de los jóvenes consume verduras, ensaladas y hortalizas a diario. Un dato alarmante si tenemos en cuenta el efecto que tiene la obesidad en la salud de los adolescentes. Y es que al menos tres de cada cuatro adolescentes obesos se convertirán en adultos obesos, lo que les predispone a enfermedades graves como la artritis degenerativa, patologías cardíacas, accidentes cerebrovasculares y varios tipos de cáncer. Pero aparte de los problemas que puedan tener en un futuro, un joven obeso será propenso a dolores de espalda y de rodilla, infecciones en la piel, hiperinsulinismo e hipertensión, problemas todos que le restan calidad de vida y salud.
Además, a nivel emocional, tiene problemas psicológicos y es más propenso a sufrir una depresión. Y es que, en una etapa en la que se forja la autoestima, por ejemplo, puede sentirse más vulnerable y poco aceptado por el entorno.
Cómo ayudarle
Siempre que podamos hemos de comer todos juntos, en familia, a una misma hora y compartir un mismo menú. Así, adquirirán buenos hábitos y aprenderán a comer de todo. “Si una familia consume verdura, es muy probable que a sus hijos también les guste”, explica la doctora Marta Ramón, jefa de servicio de Endocrinología del hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. Y también al contrario. Por ejemplo: si abusamos de las bebidas azucaradas, aumentan las probabilidades de que nuestros sean obesos. Nuestros hijos nos 'copian'. De ahí la importancia de nuestras costumbres al comer.
Que no falte en su dieta
Fruta y verdura: Cinco al día, dos de verdura y tres de fruta. Mejor de temporada, variando entre cruda y cocida.
Legumbres: Dos o tres veces por semana. Apenas aportan grasas y son muy ricas en fibra y en hierro.
Carne y pescado: El pescado, mínimo dos o tres veces por semana. El resto de los días, carne de ternera o pollo.