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El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales –DSM, por sus siglas en inglés– de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría define la enuresis como la emisión repetida de orina durante el día o la noche en la cama o en la ropa –sea voluntaria o intencionada– por lo menos dos veces por semana durante un mínimo de tres meses consecutivos.
Además, esa incontinencia no tiene que deberse exclusivamente a los efectos fisiológicos de una sustancia ni a una enfermedad, como puede ser la diabetes, la espina bífida o el trastorno convulsivo.
Cinco años, la edad clave
Un niño adquiere el control sobre sus esfínteres hacia los cuatro años, por lo que si el pequeño moja la cama a partir de los 5 debería ser observado por el pediatra, pues podemos estar ante un caso de enuresis nocturna.
La prevalencia de este trastorno disminuye a medida que aumenta la edad y afecta al doble de niños que de niñas. Además, tiene un componente psicológico muy fuerte, ya que muchas veces el niño lo vive con vergüenza. «La enuresis nocturna es un trastorno en el desarrollo madurativo del niño. Aunque es una enfermedad que muchas veces se lleva en secreto, un pediatra que atiende a 1.000 niños, tiene a unos 50 en esa situación», explicó el doctor Xavier Pastor, del Hospital Clínic y Universidad de Barcelona, durante su intervención en el Congreso de la Asociación Española de la Pediatría (AEP), celebrado en junio. Por eso, en su opinión, «es responsabilidad del pediatra ayudar a que el problema aflore, que no quede escondido». Según el especialista, con la motivación y el tratamiento adecuados, lo normal es que un niño diagnosticado con enuresis a partir de los 5 años cumpla los 6 con el problema resuelto.
Genética y otros factores
Las causas que desencadenan la enuresis son diversas. Una de ellas es genética. Cuando uno de los progenitores ha sufrido enuresis nocturna, el riesgo de que sus hijos la padezcan aumenta entre un 30 y 40 por ciento, y puede llegar al 70 u 80 por ciento si ambos la han sufrido. De igual modo, las probabilidades de tener este trastorno son mayores en gemelos homocigóticos cuando uno de ellos lo presenta.
El trastorno también se ha asociado a algunos casos de niños con narcolepsia o con síndrome de apnea del sueño. La enuresis también puede ser debida a disfunciones en la vejiga o en el tracto urinario (vejiga inestable, evacuadores disfuncionales, infecciones...). Además, un 25% de niños con encopresis (incontinencia de las heces) es enurético. Por último, algunos psicofármacos (el litio, el ácido valproico, la clozapina o la teofilina) también pueden provocarla.
Las causas de este trastorno son múltiples y, de igual modo, el tratamiento debe consistir en una mezcla de diversas terapias. Según Pastor, «los estudios indican que el establecimiento de unas pautas básicas, junto a la medicación, es la combinación más efectiva para lograr el éxito y mejorar la calidad de vida de los niños, su propia autoestima y sus relaciones.
¿Cuál es la suya?
La enuresis puede clasificarse en solo nocturna –la más frecuente, que se da cuando la emisión de orina se produce únicamente durante el sueño–, solo diurna –si el niño sufre incontinencia durante las horas de vigilia– o puede ser una mezcla de ambas. Mientras, la enuresis primaria ocurre en pequeños que nunca han tenido un periodo de continencia y la secundaria se da cuando el niño empieza a sufrir incontinencia tras haber conseguido controlar sus micciones.
El trastorno afecta al doble de niños que de niñas y disminuye a medida que aumenta la edad.
Seis trucos para para combatirla
- Ante todo, desdramatizar. Hay que evitar que el niño se sienta culpable. Es aconsejable que participe en el cambio de las sábanas cuando se produce el escape y abundar en refuerzos positivos.
- Observar al pequeño. Antes de comenzar con un tratamiento, es conveniente comenzar con un período de observación de dos semanas en el que registraremos las noches secas y las noches con incontinencia.
- Cambio de hábitos. Conviene reducir la ingesta de líquidos antes de ir a la cama y levantar al niño por la noche para que orine.
- Un poco de entrenamiento. Es útil que el niño realice algunos ejercicios para fortalecer y controlar los músculos implicados en la micción.
- En caso de alarma, solo electrónica. A veces es eficaz la utilización de alarmas que suenan durante la noche ante un escape de orina. Así el niño se va entrenando en despertarse para ir al baño.
- Fármacos. Los facultativos suelen combinar todas estas técnicas con algunos fármacos, como la imipramina o la desmopresina.