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¿Obligados a ser felices?
Se nos invita a ser felices, lo más que podamos, a pesar de todo, de todos (y hasta de uno mismo). Salimos a la calle y nos encontramos con publicaciones, blogs, tazas o camisetas cuyos eslóganes son siempre el mismo: Be happy!
Pero, ¿qué pasa si nuestro ánimo es otro? ¿Si hemos pasado un mal día y a pesar de ello tenemos la sensación de que debemos mostrarle la mejor de nuestras caras a todo el mundo? Según el psicólogo danés Svend Brinkmann, poner demasiado énfasis en pensar en positivo puede causar el efecto contrario: que cada vez estemos más deprimidos y tengamos más ansiedad por alcanzar esa felicidad que la sociedad nos demanda. Según este experto, hablar de cosas negativas y no tratar de ver siempre el lado bueno de las cosas puede darnos más calma y seguridad que forzarnos a sentir algo que no sentimos.
"Cuando no somos capaces de sonreír tanto como se espera de nosotros, cuando estamos tristes sin remedio y no podemos hacer frente a la realidad desde un punto de vista optimista, nos enfrentamos a una doble sensación de fracaso: la de no poder llevar nuestra vida como quisiéramos, ni cómo se espera que lo hagamos en estos tiempos", explica la psicóloga Pilar Conde.
No vives en una comedia romántica
El no ajustarse a lo que se espera de nosotros puede generar emociones como frustración, irritabilidad, enfado e incluso indefensión.
Esa imagen inalcanzable de la felicidad (que puede derivar en impotencia) es similar a la que produce la no consecución del amor idealizado. Algunas parejas consideran que no consiguen “sentir lo que se debería sentir” o “estar como se debe estar en pareja”, siguiendo estereotipos idealizados. De la misma forma ocurre con la felicidad que se nos vende. Algunas personas piensan que su felicidad no es tan espléndida como debería.
Contra este tipo de ideas la psicóloga Pilar Conde aclara: “al igual que hay tantos tipos de parejas como personas existen en el planeta y son ellas quienes establecen las bases de su relación, nuestra felicidad la debemos de construir de forma personal, adaptada a nuestros gustos y necesidades y al margen de modas, tendencias y presiones sociales.
No reprimas el llanto ni la pena
No existe una, sino múltiples formas de reaccionar ante el dolor, el infortunio y la adversidad. No debemos obviar o silenciar la tristeza. Estas emociones son útiles en determinadas ocasiones, cuando nos inducen a la reflexión y al conocimiento.
Para saber si estamos realizando un empleo realista de nuestros pensamientos positivos, Pilar Conde nos sugiere que hagamos balance de ideas positivas y metas logradas. Si por mucho que nos enfoquemos en alcanzar la felicidad no conseguimos nuestros propósitos, es posible que seamos presas de un optimismo irreal que, igual que nos conduce a objetivos inalcanzables, puede encaminarnos después a la frustración y al abandono. No te sitúes en el extremo pesimista ("lo voy a hacer fatal") ni en el optimista ("soy el mejor"). Huye de los extremismos emocionales y apóyate en la reflexión basándote en tu experiencia y capacidades personales.