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Europa tuvo que esperar hasta el siglo XVI para conocerlo, traído del Nuevo Mundo por los conquistadores españoles. Sin embargo, hoy no se entiende la cocina mediterránea sin el tomate, que debe su explosivo color rojo a un pigmento denominado licopeno, su ingrediente más saludable. Un tomate es, ante todo, un 95 por ciento de agua, por lo que 100 gramos de esta baya aportan menos de 20 calorías. Contiene una ínfima cantidad de grasa y proteínas, e incorpora micronutrientes como el calcio, hierro y fósforo, así como vitaminas A y C. Estudios realizados por el Instituto Federal de la Alimentación de Karlsruhe (Alemania) indican que un zumo de 330 miligramos de tomate es la cantidad diaria ideal para aprovechar todas sus beneficiosas propiedades. ¿Quieres saber cuáles son?
¿Crudo o cocinado?
El tomate podría ser capaz de prevenir hasta nueve tipos de cáncer gracias a sus propiedades antioxidantes, pero además protege el corazón (mejor, en sofrito), reduce el colesterol (triturado), previene la arteriosclerosis, contrarresta los efectos del tabaco, combate las infecciones, fortalece el sistema inmune, es diurético y, contrariamente a lo que se pensaba, ayuda a eliminar el ácido úrico por sus propiedades desintoxicantes. Se ha constatado que previene el síndrome de degeneración macular, principal causa de ceguera en los mayores de 65 años, y su fibra mantiene el intestino sano. Es antiinflamatorio y cicatrizante, por lo que alivia algunos efectos de la diabetes. Muchas propiedades saludables del tomate se deben a su elevada concentración de licopeno (proporciona el 90% del que necesitamos), al glutatión que contiene y a sus vitaminas A y C. Tras analizar 72 investigaciones que establecían una relación entre el licopeno y el cáncer, un equipo de investigadores británicos y estadounidenses comprobó que 57 de ellas fijaban con seguridad esta correlación y en el resto de los estudios era «significativa».
Y una buena noticia para los amantes de pizzas y salsas: nuestro organismo absorbe mejor el licopeno cuando los tomates se toman cocinados con aceite, fritos o asados. Y otra buena noticia: solo aquellos con problemas de gastritis, acidez de estómago o úlcera péptica deben evitar consumir tomates, ya que irrita la mucosa gástrica.
Un fármaco de la huerta
- Carotenoides. Entre los pigmentos orgánicos del tomate (carotenoides), el licopeno tiene propiedades antioxidantes que protegen de diversos tipos de cáncer (estómago, vejiga, pulmón, próstata, colon, mama, esófago, páncreas, hígado), previenen la arteriosclerosis y protegen la pared celular haciéndola menos frágil y permeable.
- Glutatión. Su presencia confi ere al tomate un poder antioxidante intracelular que favorece la depuración de productos tóxicos e impide la acumulación de metales pesados como el plomo en nuestro organismo.
- Vitaminas. Es rico en vitaminas C, el antioxidante por excelencia, y A. Ambas contribuyen a protegernos de las radiaciones solares, reparar los tejidos, fortalecer el sistema inmunitario, prevenir arteriosclerosis y colesterol, desintoxicarnos y proteger nuestra vista. Además, contiene otras vitaminas de los grupos B, P y KK.
- Minerales. Atesora una buena colección de minerales, en especial hierro, calcio, manganeso, cobre, cinc y sodio. Su potasio, fósforo y magnesio son necesarios para la mantener los huesos y para la actividad normal de nervios y músculos.
Comer diez porciones de tomate a la semana reduce un 18% el riesgo de desarrollar cáncer de próstata.
Invierte en sabor
Raf, kumato, marglobe, corazón de buey, de pera, de rama, cherry… En España se dan hasta seis decenas de variedades de tomate, pero es importante que inviertas en calidad, evites el consumo de tomates transgénicos y apuestes por el cultivo ecológico y las variedades locales para. Así tendrás a mano todas sus propiedades saludables y recuperarás su sabor de antaño.
100gr. de tomate apenas aportan 17 kilocalorías. Un 95% de su peso es agua.