“Su niño tiene un virus” ¿Y eso qué quiere decir, doctor?

Una vez superada la ansiedad del primer momento, cuando los niños tienen fiebre debida a una infección viral, debemos estar atentos a su evolución y consultar al pediatra ante cualquier duda.

Uno de los motivos más frecuentes por los que los padres acuden a la consulta del pediatra es porque su hijo o hija tiene fiebre sin motivo aparente, es decir, sin que el pequeño presente además otros síntomas que puedan orientar el diagnóstico. En muchas ocasiones, tras el preceptivo reconocimiento general del niño (garganta, oídos, ojos, abdomen…), el médico no encuentra a simple vista ningún foco que justifique la elevación de la temperatura. No es raro que la fiebre sea el único síntoma que está produciendo ese malestar al pequeño, pero si hay otros síntomas, con mucha frecuencia son poco específicos (mucosidad, vómitos...) y, por tanto, nada reveladores. En estos casos, el “veredicto” del pediatra resulta desconcertante para muchos progenitores: “El niño tiene un virus”. “Y ahora, ¿qué?”, cabe preguntarse. Lo primero es aclarar ante qué situación estamos y mantener la calma en todo momento.

¿Un virus o algo más?

Las infecciones víricas son las responsables de la mayoría de los procesos febriles de nuestros hijos, sobre todo en los primeros años de vida. Pero, ¿de qué virus se trata? Hay cientos de ellos y generalmente es imposible distinguir unos de otros sin realizar analíticas complejas, costosas y repetidas que permitan a los médicos poner el “apellido” al virus. Dado que estos cuadros son habitualmente benignos, la práctica de estos análisis solo estaría indicada en determinadas

situaciones, siempre a criterio del pediatra. Es muy común que un niño, en los tres y los cuatro primeros años de su vida, tenga de ocho a diez procesos febriles cada año, y los pediatras consideran que serían más las desventajas, incluso para el propio niño, si por sistema se le realizaran exámenes complementarios.

Cuando el diagnóstico es de “infección vírica”, hay que dejar la puerta abierta a otras posibilidades, como que nos enfrentemos a una infección bacteriana (neumonía, infección de orina, etcétera) que aún no se haya expresado o que surja como complicación de la propia infección. Estas posibilidades se pueden sospechar si la evolución del niño no es la esperada o si se prolonga más tiempo del estimado.

Padres: vigilad sin alarmaros

En el caso de que el pediatra diagnostique al nuestro hijo una infección vírica, es primordial confía en el médico, manteniendo una actitud de espera vigilante: si en algún momento aparece algún

síntoma nuevo o empeora el estado general del niño, no hay que tardar en volver a consultar al pediatra, en urgencias si fuera necesario. En este caso, el médico decidirá́ si hay que tomar alguna medida adicional, cambiar el tratamiento o realizar alguna prueba complementaria.

Para evitarnos quebraderos de cabeza, conviene llevar apuntadas todas las dudas que tengamos y formulárselas al pediatra sin temor a parecer inexpertos o demasiado insistentes. Evitaremos así que se nos quede algún detalle importante en el tintero. Si algo no nos ha quedado claro, no debemos quedarnos con la incertidumbre, sino volver a preguntar hasta que todo esté conforme por nuestra parte. Forjar una comunicación abierta con el pediatra es fundamental para estar tranquilos en casa.

Recordad que…

La fiebre en sí misma no es mala, ya que es una reacción de nuestro cuerpo que le ayuda a luchar frente a infecciones víricas y bacterianas, activando las defensas del organismo. No siempre existe una relación directa entre fiebre alta y la gravedad de una infección: hay simples catarros que cursan con fiebre alta y enfermedades graves en las que solo aparece febrícula.

Para que se sienta mejor…

■ Mantén la habitación una temperatura agradable (entre 21ºC y 22ºC).

■ Desabrígale para favorecer que pierda calor corporal.

■ Ofrécele líquidos frescos con frecuencia y en pequeñas cantidades,

para que se refresque y no se deshidrate.

■ Báñale durante unos 15 minutos en agua templada (nunca fría).

■ Refréscale la nuca y las muñecas con paños humedecidos con agua tibia.

■ Si la temperatura es superior a 38,5ºC o si está muy incómodo, se le puede administrar un antitérmico, en la dosis que le corresponda por su peso y edad.

Los grados de la fiebre

✸ Temperatura normal: entre 36ºC y 37ºC

✸ Febrícula: entre 37ºC y 38ºC

✸ Fiebre moderada: entre 38ºC y 39ºC

✸ Fiebre alta: entre 39ºC y 40ºC

✸ Fiebre muy alta:más de 40ºC

(Temperatura medida en axila)

En la mayoría de las infecciones víricas de la infancia, el tratamiento es solo para aliviar los síntomas (dolor, malestar, fiebre...).

¿Cuándo consultar al pediatra?

  • Si el niño es un recién nacido o menor de tres meses.

  • Si tiene 40ºC o más.

  • Si tiene fiebre durante más de dos días.

  • Si está muy irritable.

  • Si muestra dificultad para respirar.

  • Si está adormilado o decaído.

  • Si le aparecen manchas en la piel, rigidez de cuello o tiene convulsiones.

TELÉFONO DE ATENCIÓN

900 818 779

contacto@clubgentesaludable.com

 


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Apdo. Correos 8106

28080 Madrid

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