SABER VIVIR COMUNICACIÓN, S.L.
«Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no te vuelve pianista». Esta frase del publicista Michael Levine, que se fue de casa con 17 años y tuvo una relación conflictiva con sus padres, subraya la dificultad de ejercer la paternidad, una tarea trascendental donde la comunicación –y la ‘comunicación de crisis’– se debe aplicar con sabiduría.
Guillermo Ballenato Prieto, psicólogo responsable de la Orientación Psicopedagógica de la Universidad Carlos III de Madrid y profesor de la Universidad de Valladolid, es autor de Educar sin gritar (La Esfera de los libros) y Comunicación eficaz (Pirámide), dos obras en las que ha abordado dos facetas fundamentales de la vida en familia: la educación y la comunicación. El especialista, que ha seleccionado diez significativos ejemplos para este reportaje, reconoce que «la comunicación es un arma muy poderosa. Y la forma en que decimos las cosas puede ser tan importante como el contenido».
«Desde que nacemos –explica el psicólogo– nuestro cerebro procesa, analiza y aprende el sentido de cada estímulo. Aún sin entender el mensaje como tal, se entiende la intención, la actitud... La palabra crea realidades, sana, deja cicatrices, crea o siembra vocaciones».
Comunicar en positivo
¿Cuál es la mejor manera de utilizar la palabra? Según Ballenato, «conviene comunicar en positivo y preparar el mensaje para emitirlo en el momento y de la manera más adecuados. Si se sabe aprovechar el poder de la comunicación, el mensaje cala de inmediato y perdura en el tiempo». Esta labor, a veces, tarda en ser reconocida. Una anécdota del escritor Mark Twain lo ilustra muy bien: Cuando yo tenía 14 años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarlo. Pero cuando cumplí los 21, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años…». Lo importante es que, al final, el esfuerzo sirva para desenvolverse en el complejo escenario de la vida.
Frases desmotivadoras V.S. frases motivadoras
- PARA INFUNDIRLES ÁNIMOS: “Está bien, pero si te hubieras esforzado más…”. / “Enhorabuena. Has hecho un buen trabajo.
- PARA PEDIR (SIN ORDENAR): “¡Ana, recoge tu habitación!”. / “Por favor, Ana, arregla tu cuarto mientras voy quitando la mesa”.
- PROPÓN ALTERNATIVAS: “¿Quieres postre?”. / “Prefieres pera o manzana?”.
- PLANTEA SUGERENCIAS: “Siempre tienes el cuarto hecho una leonera”. / “¿Ordenamos un poco el cuarto e invitas a tus amigos?”.
- PARA HABLAR DEL FUTURO: “Sí, ya, como aquella vez…”. / “Seguro que esta vez sale mucho mejor”.
- PARA INFUNDIRLE RESPONSABILIDAD: “Estudia”. / “¿Cómo te gustaría organizar la tarde para aprovecharla mejor?”.
- PREGÚNTALE POR SU PUNTO DE VISTA: “Porque lo digo yo”. / “Es por este motivo. ¿Qué opinas?”.
- NO AMENACES: “Verás cuando venga tu padre-madre”. / “¿Qué podemos hacer para evitar que vuelva a suceder?”.
- GENERA EXPECTATIVAS POSITIVAS: “¡Ya sabía yo que lo ibas a hacer mal!”. / “Verás cómo la próxima vez te sale mucho mejor”.
- PARA QUE SE SIENTA VALORADO: “Haz lo que quieras, pero si suspendes no hay bicicleta”. / “Verás cómo tu esfuerzo se ve recompensado”.
- PARA FOMENTAR SU AUTOESTIMA: “Mira a tu hermana y toma ejemplo”. / “Puedes hacerlo; encuentra tu propia forma de conseguirlo”.
- PARA MANTENER LA CALMA: “¡Te he dicho diez veces que vengas a cenar!”. / “A cenar, chicos. Tenemos comida rica y una charla divertida”.
“La palabra crea realidades, sana, deja cicatrices, crea o siembra vocaciones”