Fangoterapia: Un regalo de la naturaleza para tu piel

Túmbate, relaja tu mente y deja que tu cuerpo absorba las estupendas propiedades de los barros naturales. El resultado será una piel nutrida, hidratada y cuidada.


Bien lo saben los animales: cuando tienen heridas o picaduras de insectos, de manera instintiva acuden a frotarse o revolcarse en el barro, que además de tener un efecto curativo y mantenerles protegidos de los hongos, insectos y parásitos, les sirve para hidratar y refrescar su piel. Del reino animal aprendieron antiguas culturas como la egipcia, la griega, la romana o la árabe, que ya en tiempos remotos utilizaban diferentes tipos de barros, fangos, limos, arcillas y lodos naturales para el tratamiento de los problemas dermatológicos.

En nuestros días, la aplicación de tratamientos hidrotermales con estas sustancias (fangoterapia) es muy común y tiene un enorme éxito por sus buenos resultados.

¿Qué son?

Los barros –como llamaremos en general a estos compuestos– son una una mezcla de sustancias inorgánicas u orgánicas (magnesio, fósforo, hierro, calcio, sodio, potasio...), según su origen, con agua mineromedicinal, de mar o de un lago salado, y se extraen de yacimientos naturales.

Para que estos agentes terapéuticos penetren bien en la piel y hagan el efecto deseado, se aplican a temperatura templada con ayuda de una brocha o espátula de madera en todo el cuerpo o en zonas concretas. Algunos se aplican en forma de envoltura (se envuelve con film de plástico la zona cubierta por el barro), manteniéndolos sobre la piel durante varios minutos para que actúen sobre ella, y después se eliminan fácilmente con agua tibia.

¿Cómo actúan?

Con estos tratamientos se consigue:

  • Mejorar la circulación periférica.
  • Exfoliar la piel suavemente.
  • Mejorar el drenaje de toxinas (por ello algunos barros son eficaces para reducir la celulitis y la retención de líquidos en las piernas, los glúteos y el abdomen).
  • Hidratar, remineralizar y reafirmar.
  • Reducir la inflamación provocada por enfermedades reumáticas o lesiones musculares.

Puesto que estos barros calientes elevan ligeramente la temperatura corporal, aumentan la sudoración y la vasodilatación, estimulando la actividad cardíaca y respiratoria, no deben aplicarse durante más de quince minutos.

Arcillas para el rostro

Las arcillas son un tipo de barros excepcionales para tratar las afecciones de la piel más sensible: la de la cara, el cuello y el busto.

Las partículas que contienen absorben los desechos y toxinas de la piel, limpiándola a fondo. Además, las arcillas hacen un suave efecto exfoliante: oxigenan los tejidos, estimulan la microcirculación sanguínea, revitalizan y mejoran el aspecto del cutis. Existen varios tipos de arcillas, con efectos distintos:

  • Arcilla verde: Estas mascarillas son excelentes para las pieles con tendencia acnéica, por su acción limpiadora y seborreguladora.

  • Arcilla amarilla: Rica en hierro y potasio, con acción desintoxicante y remineralizadora.

  • Arcilla blanca: Es la más pura y rica en aluminio, adecuada para piel seca. Ayuda a aclarar las manchas.

  • Arcilla roja: Tiene acción astringente y anticongestiva.

  • Arcilla rosa: Se obtiene mezclando arcilla roja con blanca. Es la más suave, por lo que está indicada para las pieles más sensibles.

Existen incluso jabones especiales formulados con arcillas que limpian la piel en profundidad, ayudando a eliminar las impurezas, y la hidratan.

Bienestar para todo el cuerpo

Aunque su aspecto (y en algunos casos, su olor) no sea del todo agradable, los barros que se usan en los tratamientos cosméticos son totalmente higiénicos. De hecho, se aplican para limpiar y proteger la piel en profundidad.

Al retirarlos, proporcionan una agradable sensación de suavidad e hidratación. No obstante, a las personas con piel muy sensible y propensas a las alergias les conviene hacer una prueba antes de aplicárselos en zonas amplias del cuerpo.

¿Cómo aplicártelo en Casa?

  1. Límpiate la cara, asegúrate de eliminar todo el maquillaje.

  2. Mezcla una cucharada de arcilla con agua en un recipiente de cristal o loza con una espátula de madera hasta que quede una masa homogénea. Déjala reposar 5 minutos.

  3. Aplícate la arcilla en la cara, evitando el contorno de los ojos. Déjate esta mascarilla puesta durante 15 o 20 minutos.

  4. Por último, retira la mascarilla con agua fría y sécate suavemente con la toalla.

 

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