Es la alteración del movimiento más frecuente en personas mayores. Que no llegue a ser totalmente incapacitante depende en parte de nosotros.


El temblor afecta a más del 20% de los mayores de 65 años. Es un trastorno muy frecuente que solo en raras ocasiones se debe a enfermedades graves y que habitualmente responde bien a los fármacos en caso de que sean necesarios.

  • Temblor fisiológico exacerbado: Aparece normalmente en personas sometidas a un estrés emocional y físico ocasional. Si este temblor dura mucho tiempo, puede que tenga que ver con alguna enfermedad como la diabetes o trastornos hormonales. También este tipo de temblor puede ser un efecto secundario de ciertos fármacos de uso común. En personas que padecen alcoholismo, pueden producirlo tanto el abuso como la abstinencia.

  • Temblor esencial: Es el más frecuente de todos los temblores. Es más común en varones y con los años tiende a ir empeorando. En una proporción muy importante de los casos tiene origen hereditario y se debe a una alteración en el cerebelo, pero también pueden provocarlo el consumo de determinados medicamentos, el hipertiroidismo o la hipoglucemia (generalmente asociada a la diabetes). Es un temblor de tipo postural: aparece fundamentalmente en ambas extremidades superiores, y se aprecia al coger un vaso de agua, al escribir o al comer. A veces puede afectar a la cabeza, de manera que la persona afectada parece hacer constantemente el gesto de sí-sí o no-no), pero también a otras partes del cuerpo, como las extremidades inferiores, o la mandíbula.

  • Parkinson: Es una enfermedad neurodegenerativa crónica, progresiva y de causa desconocida.

Afecta a las neuronas que controlan los movimientos. Sus síntomas más significativos son temblor de comienzo unilateral que con el avance de la enfermedad afecta de forma general a ambas manos, brazos, piernas y mandíbula, rigidez de articulaciones, lentitud de movimientos y problemas de coordinación y de equilibrio. Lo característico de este tipo de temblor es que se produce en reposo. Por la incapacidad que puede provocar, se asocian al parkinson otros trastornos tales como depresión, trastornos del sueño, dificultades para la masticación y la deglución o estreñimiento.

Tratamientos eficaces

El tratamiento del temblor con fármacos tiene efecto solo sobre los síntomas, pero no evitan que la enfermedad progrese. Si la persona afectada puede llevar una vida normal sin limitaciones, no es necesario tomar ninguna medicación. En algunos casos, los temblores se pueden solucionar con cirugía.

En el caso del parkinson, además de medicación, es muy importante seguir una terapia encaminada a desenvolverse con la mayor autonomía posible, mejorando la fuerza, la marcha y el equilibrio.

La alimentación también ayuda

Una dieta rica en antioxidantes (sobre todo en vitaminas C y E) ayuda a proteger las células cerebrales de la oxidación provocada por los radicales libres, por lo que es especialmente beneficiosa para las personas con trastornos neurodegenerativos como el parkinson. Las personas que padecen esta enfermedad deben limitar la cantidad de alimentos ricos en proteínas, puesto que estas dificultan la absorción de la levadopa, que es uno de los principales medicamentos que se utilizan para el parkinson.

Para aliviar el estreñimiento, frecuente en los enfermos de parkinson, se recomienda un suficiente consumo de vegetales ricos en fibra, como fruta, verduras y hortalizas, cereales integrales y legumbres, que contribuyen a mejorar el tránsito intestinal.

No permitas que los temblores se apoderen de tu vida. Apóyate en tus familiares y amigos sin perder tu independencia personal en medida de lo posible.

El diagnóstico

Ante cualquier sospecha de que tengamos temblores de tipo patológico, es muy importante acudir a la consulta del neurólogo. Este especialista evaluará los síntomas mediante distintas pruebas, y estudiará si es necesario tratar el temblor en función de cómo afecte a la vida del paciente.

Algunas de las pruebas más habituales son:

  • Analítica de sangre, con valoración de las hormonas tiroideas.
  • Pruebas neurológicas por imagen: TAC, resonancia magnética, electromiografía...

 

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