Demencias: Primeros síntomas de alerta

Suelen afectar a las personas mayores y no existe un tratamiento efectivo para erradicarlas. Sin embargo, sí podemos identificar los primeros signos de las demencias y, así, ralentizar su avance. Te explicamos qué debes saber.

El aumento de la esperanza de vida en la sociedad occidental ha hecho más visibles y comunes las enfermedades neurodegenerativas, que normalmente afectan a las personas de mayor edad. Aunque la más común es el alzhéimer, existe un amplio abanico de demencias que, cuando empiezan a dar la cara, evidencian cambios físicos y conductuales en las personas que las padecen. 

Entre los cambios relevantes uno de los más visibles tiene que ver con el patrón de marcha, la forma característica con la que cada uno caminamos, una especie de 'huella dactilar' con la que también se nos reconoce y que se ve alterada en caso de alguna enfermedad neurodegenerativa, ya que, cuando aparece la patología, nuestros pasos se vuelven más cortos. «Cuando eso ocurre debemos pensar que algo podría estar pasando en el cerebro de la persona que lo sufre», explica José Antonio López Trigo, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). Sin embargo, el especialista advierte de que no siempre un cambio en el patrón de marcha es sinónimo de una demencia. Por ejemplo, también podría ser la consecuencia de un problema de artrosis en pies, rodillas o caderas. 

¿Despiste o alarma?

Pero este margen de error no existe si lo que observamos es una incapacidad de planificación por parte de la persona afectada. Este tipo de enfermedades golpean la capacidad ejecutiva del ser humano, la misma que le permite organizar su día a día. «La capacidad de organizar la agenda es una de las primeras cosas que se pierde cuando hay una demencia», alerta el doctor López Trigo. 

No es la única. Los afectados por este tipo de enfermedades también sufren una pérdida de memoria, primero de las cosas más recientes, y luego de objetos, situaciones y personas vinculados al pasado reciente y lejano. Esa pérdida suele venir acompañada de la desorientación en el espacio y en el tiempo. 

Eso sí, el presidente de la SEGG advierte de que con este tipo de desorientaciones hay que tener cuidado para no confundir despistes con demencias. «Las personas que sufren demencias suelen estar desarraigadas de la vida laboral y, por tanto, es muy frecuente que no sepan en qué día están. De hecho, hay gente que no lo ha sabido nunca. Por eso, al analizar si siguen o no el calendario no nos alarmamos si los pacientes se equivocan un día arriba o un día abajo. Si se equivocan de mes o de estación del año, entonces, sí», matiza el doctor. 

Otro de los síntomas de una enfermedad neurodegenerativa es la pérdida de vocabulario que, con el tiempo, puede derivar en una pérdida del lenguaje. Eso sí, según López Trigo, al principio hay que ser «muy sutil» para descubrirlo. «Nosotros utilizamos un número de palabras –nuestra reserva cognitiva– que hemos ido metiendo en nuestra hucha desde que nacemos, dependiendo, obviamente, del nivel cultural de cada persona. Dejando al lado ese nivel, si pedimos a alguien que nos diga nombres de animales y le salen menos de diez en un minuto hay que pensar que esa persona ha perdido dos cosas: el habla y el concepto», advierte el doctor. 

Cuando esa pérdida ocurre es posible que el paciente ya haya perdido otra cosa: la orientación visual, que no es ni más ni menos que la virtud que tiene el ojo humano de ver en tres dimensiones y distinguir quién está en una sala físicamente y quién está, por ejemplo, en una fotografía o en la pantalla de la televisión. Cuando eso ocurre, los afectados ven de forma bidimensional, es decir, ven en el mismo plano todo lo que ocurre a su alrededor. Por eso no es de extrañar que crean haber visto en el lugar donde ellos están a personas que solo estaban en una película o en el telediario que han visto en televisión. 

Cambios de conducta

Además de todos estos rasgos de índole física, los afectados por este tipo de demencias también sufren cambios de conducta y de carácter. Desde el punto de vista anímico, lo más normal es que los pacientes se muestren bastante apáticos, tristes y deprimidos, pero el cambio de conducta es más evidente. Las personas con enfermedades neurodegenerativas suelen transformar el modo de expresar sus emociones. Así, por ejemplo, las personas que han sido toda su vida más bien frías en su forma de saludar podrían empezar a querer besar y abrazar a las personas que vayan a verles o estén a su alrededor. Identificados los primeros síntomas de este tipo de enfermedades, el consejo de los geriatras es acudir a verlos para empezar a tratar la degeneración neuronal lo antes posible. ¿Cómo? Derivando al paciente y al familiar que le cuida a unidades especializadas de estimulación para que, sobre todo el segundo, pueda anticipar cosas que van a pasar con el fin de que le impacten lo menos posible. «Hay que advertirles de que a lo mejor la persona a la que cuidan se va a querer escapar una noche porque no va a reconocer la casa en la que está», explica el doctor. 

Además de esa estimulación, los afectados podrán ser tratados con algunos fármacos que ralenticen el avance de la enfermedad. «Con el arsenal terapéutico que tenemos no podemos frenar nada, aunque sí modular algunos síntomas para que aparezcan más tarde y no sean tan prominentes; es decir, intentar que la persona se valga por sí misma un poco más de tiempo», sostiene José Antonio López Trigo. 

El especialista explica que, actualmente, existen cuatro tipos de fármacos que mejoran la circulación de algunas sustancias en el cerebro que tienen que ver con la degeneración cerebral. «Tratamos de que la enfermedad destruya menos», dice. 

Hay que advertir que esta destrucción también afecta, aunque de otro modo, a los cuidadores, a los que, según explica López Trigo, hay que quitarles cargas. «Los cuidadores –explica– manejan una zozobra altísima porque creen que no lo están haciendo bien o que lo que hacen no es suficiente». 

Para reducir el impacto que este tipo de enfermedades tiene sobre ellos, el doctor recomienda que los cuidadores acudan a asociaciones de enfermos de alzhéimer –«¡hay más de 400 en España!», señala López Trigo-, para que les enseñen qué son estas enfermedades, qué viene después, qué puedes hacer para mejorar tu situación personal y cómo cuidarte para seguir cuidando. 

 

La capacidad de planificación es una de las primeras cosas que se pierde cuando aparece una demencia

¿Cuándo las pérdidas de memoria son normales? 

Las pérdidas de memoria no tienen por qué ser sinónimo de alzhéimer o demencia. Por ejemplo, hay olvidos llamados “benignos”, de más o menos cuantía, pero que no impiden vivir correctamente a la persona que los sufre. 

Entre los olvidos más frecuentes está el de no saber dónde se han dejado las llaves o no recordar qué se ha ido a buscar al frigorífico. Son dos situaciones que pueden pasar a cualquier edad y que pueden estar perfectamente relacionadas con un despiste o falta de atención. 

La pérdida de memoria es normal también en casos de depresiones, siempre que esas depresiones tengan una o varias causas justificadas para existir. 

Mientras las pérdidas de memoria no tengan un impacto vital en la persona que las sufre, el caso no es grave. Pero sí lo es cuando afectan a las actividades de la vida diaria e impiden hacer una vida normalizada.  

 

Los pacientes se suelen mostrar apáticos, tristes y deprimidos

 

El “síndrome vespertino”

El 20 por ciento de las personas con alzhéimer puede sufrir agitación o desorientación al atardecer o en las primeras horas de la noche. Es el “síndrome vespertino”. Para reducirlo, hay que tener una rutina diaria a esas horas con actividades tranquilas y evitar los estímulos fuertes.  

 

¿Podemos heredar una enfermedad neurodegenerativa? 

  • A partir de los 90 años, el 48 por ciento de las personas sufre algún tipo de demencia. De ahí que si la enfermedad se ha desarrollado en una edad tardía del paciente, sus hijos no tienen más riesgo de padecerla cuando sean mayores que el resto de las personas. 
  • Cuando las demencias aparecen en individuos jóvenes, por ejemplo a los 50 años, entonces sí existe un riesgo de que los hijos de esa persona la desarrollen antes de llegar a una fase avanzada de la tercera edad. Eso sí, esas formas de demencias familiares son muy pocas. 
  • Tengamos o no progenitores con demencia, lo ideal es evitar ciertos factores de riesgo como la diabetes, tener la tensión alta, tener sobrepeso, practicar una vida sedentaria o fumar. Todos ellos actúan en un 90 por ciento de los casos de demencia como inductores o colaboradores de las mismas. 
  • Aunque no hay nada que pueda eximirnos de padecer una demencia, los geriatras recomiendan mantener nuestro cuerpo y nuestra mente en forma para luchar contra ellas. Para lo primero, el consejo es practicar ejercicio físico regular con cargas o resistencias. Para lo segundo, la recomendación es proteger y ejercitar al máximo el cerebro haciendo sudokus, crucigramas, leyendo, aprendiendo idiomas…

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