SABER VIVIR COMUNICACIÓN, S.L.
¿Ocurre algo si me estoy medicando y me tomo una caña de cerveza o una copa de vez en cuando? ¿Se anulará el efecto del fármaco o puede aumentar? ¿Puedo sufrir efectos secundarios o la mezcla es inofensiva? Estas son dudas que podemos plantearnos todos en cualquier momento si tenemos que tomar puntualmente cualquier tipo de medicamento, pero que también asaltan a buena parte de las personas con enfermedades crónicas que toman a diario varios fármacos, y es una práctica demasiado habitual saltarse las recomendaciones de los médicos al respecto. Es muy importante salir de dudas para no caer en riesgos que son totalmente evitables.
¿Cómo actúa el alcohol?
No está demostrado que el alcohol sea capaz de bloquear el efecto de los medicamentos. Lo que sí está claro es que, dependiendo del tipo que sean, en algunos casos el alcohol potencia el efecto y en otros los disminuye. O bien genera efectos secundarios dañinos en el organismo. Por ejemplo:
- Si se combina alcohol con somníferos, tranquilizantes, ansiolíticos, antihistamínicos y analgésicos fuertes, normalmente se produce una somnolencia mucho más intensa de lo que por sí mismo el medicamento produciría. Esto puede ser especialmente arriesgado si vamos a conducir un vehículo o a manejar maquinaria peligrosa, ya que este efecto va aparejado con una considerablemente pérdida de reflejos.
- La aspirina ingerida con alcohol puede producir daños en la mucosa estomacal.
- La mezcla de alcohol y paracetamol hace que este medicamento sea tóxico para el hígado.
- Una bebida alcohólica tomada con antidiabéticos orales podría disminuir el nivel de glucosa en la sangre.
Un poco puede ser mucho
Cuando se habla de “alcohol”, nos referimos a su principal componente, el etanol. El grado de alcohol (graduación) de una bebida es la concentración de etanol que contiene, expresada como porcentaje. Hay que tener en cuenta que las bebidas de alta graduación (aguardientes, licores, vodka, ron, whisky, ginebra y el resto de bebidas destiladas) aunque se tomen en pequeñas cantidades, solas o mezcladas con refrescos, tienen una concentración de alcohol (más de 20 grados).
Es muy difícil precisar con exactitud cuál es la cantidad mínima de alcohol que tiene consecuencias al combinarse con medicamentos. Aunque se conociera, y sabiendo que, en función de la enfermedad o trastorno de salud que tengamos, los niveles de tolerancia y riesgo son distintos, habría que tener en cuenta que hombres y mujeres reaccionamos de manera distinta al tomarlo (ellas tienen una menor tolerancia al alcohol por lo general, aunque en cualquier caso es una cuestión muy particular), y también influyen
factores como la constitución física y la edad de la persona, todo lo cual interviene en las consecuencias que
puede tener la mezcla del alcohol con los medicamentos.
Por lo tanto, si se está siguiendo cualquier tratamiento con medicamentos, lo más sensato es ni tan siquiera probar el alcohol.
Atención al prospecto
Los prospectos de la mayoría de los medicamentos aconsejan no combinarlos con alcohol, pero no explican las consecuencias de la interacción de ambos elementos. Muchos médicos dan por hecho que el paciente conoce y respeta esta norma tan básica, cuando en la práctica no es así, y no son pocas las personas creen que la probabilidad de sufrir efectos secundarios es muy remota, sobre todo si su consumo de bebidas alcohólicas es esporádico, pero los riesgos son reales y posibles sea cual sea la cantidad de alcohol ingerida.
En los casos en los que el médico sea tajante recomendándonos que eliminemos el alcohol mientras nos estemos medicando para determinada dolencia, olvidémonos del “un día es un día”, porque nuestra salud está en juego.