SABER VIVIR COMUNICACIÓN, S.L.
Está fuera de toda lógica, pero es una realidad: un gran número de personas que han sufrido un infarto agudo de miocardio, con el tiempo vuelven a retomar los malos hábitos que les condujeron a este peligroso evento cardiovascular, con lo que multiplican de manera exponencial las probabilidades de un nuevo infarto. Otros tantos, pese a haber superado con voluntad y perseverancia este trance, al volver a su rutina diaria se obsesionan con la idea de que puede volver a ocurrirles en cualquier momento, y evitan siempre que pueden, “por si acaso”, cualquier actividad que les aumente el ritmo cardiaco (hacer deporte, mantener relaciones sexuales…), porque se han autoconvencido de que son y serán para siempre personas limitadas, delicadas y débiles.
¿Has tenido un infarto y eres de los primeros? ¡Reacciona!, deja atrás el desinterés en tu propia salud y aprende a apreciarla.
¿Eres del segundo grupo? No pienses que te vamos a dejar que bajes la guardia. Puede que hasta ahora en tu cabeza solo haya sitio para la palabra “miedo”, pero estas a tiempo de dar un giro radical a tu vida. Reordena las letras: contra ese m-i-e-d-o hay un m-e-d-i-o, y la luz con la que vas a acabar definitivamente con esa pesada sombra está en tu propia mano.
Sé consciente de que todos los años que te quedan por delante estarán llenos de salud, de proyectos cumplidos y de vitalidad solo si tú quieres.
Te damos seis buenas razones para que hagas todo lo que está en tu mano para vivir con salud y optimismo esta “segunda parte” de tu vida.
1. Porque la medicina está de tu parte
En la actualidad, los constantes progresos en materia de prevención, diagnóstico y tratamiento de los problemas cardiovasculares son verdaderamente esperanzadores. Muestra de ello es que las personas que sufren hoy en día un infarto de miocardio (50.000 cada año en España) tienen mayores probabilidades de sobrevivir y menos de sufrir consecuencias discapacitantes que hace una o dos décadas.
Gracias al esfuerzo de los investigadores que desarrollan tecnologías, medicamentos y procedimientos cada vez más eficaces, así como de los profesionales sanitarios en su práctica diaria, los fallecimientos por infarto agudo de miocardio han disminuido de manera drástica en los últimos años: los datos más recientes que tenemos, del Instituto Nacional de Estadística, revelan que desde
1990 hasta 2006 la mortalidad por esta causa en España se redujo un 40%, y años más tarde se ha constatado que la tendencia descendente continúa en paralelo con la disminución de la población fumadora. Sin embargo, dado que la diabetes, la obesidad y el sobrepeso están incrementándose, es posible que estas cifras vuelvan a aumentar.
Si te ha tocado superar un infarto alguna vez, ya sabes que la medicina está de tu parte para ayudarte a disfrutar de una buena calidad de vida y a evitar que te vuelva a ocurrir.
Pero para conseguirlo debes poner mucho de tu parte. La principal responsabilidad que tienes a partir de ahora no es otra que cuidarte en serio.
2. Porque puedes seguir disfrutando de la comida
Olvídate de la idea de que haber sufrido un infarto equivale a tener que renunciar de por vida al placer del “buen comer”. Tu tarea ahora es aprender a alimentarte de manera diferente, buscando un equilibrio entre la cantidad de calorías que ingieres y la cantidad que utilizas en tu actividad diaria, sin perder de vista la “calidad” de todo lo que comes:
- Basa tu alimentación en la fruta y verdura (cinco raciones al día en total).
- Toma cereales (y derivados: pan, pasta, etc.) integrales, que son fuentes de hidratos de carbono de absorción lenta y de fibra.
- Evita los alimentos y bebidas con un exceso de grasas y azúcar (con calorías “vacías” que engordan sin aportar nutrientes), como las golosinas o la bollería industrial.
- Restringe al máximo el consumo de grasas saturadas (carne roja, embutido) y modera el de otros alimentos también ricos en colesterol (huevo, gamba, langostino, calamar, pulpo, etc.).
- Limita al máximo el alcohol y las bebidas excitantes (con cafeína o teína).
- Cocina y aliña preferentemente con aceite de oliva, sin abusar.
- Modera el uso de la sal. Utiliza especias para condimentar tus platos.
- Consume un mínimo de cinco raciones al día de pescado, al menos tres veces por semana (de preferencia azul).
3. Porque puedes seguir teniendo una vida activa
Estar activos es sinónimo de más energía y vitalidad, de tener más optimismo y más ganas de vivir, y hasta de descansar mejor. ¿No renuncies a todo esto por miedo a un nuevo infarto, porque ese temor es del todo injustificado.
Ya fueras antes una persona deportista o totalmente sedentaria, la actividad física tras cualquier tipo de evento cardiovascular es primordial para recuperarse, pero también como rutina diaria para mantener el corazón fuerte y en buenas condiciones.
Mediante una ergometría o prueba de esfuerzo –que deberás repetirte con regularidad, al menos cada año–, el cardiólogo te concretará el nivel de esfuerzo que puedes realizar sin fatigarte, para no sobrecargar tu sistema cardiovascular. Si es necesario, pídele orientación para encontrar el tipo y la intensidad del ejercicio que tú necesitas.
- La recomendación general es hacer ejercicio de baja intensidad, sobre todo de tipo aeróbico (bicicleta, natación, caminata rápida…).
- Durante el primer y segundo mes después del infarto y siempre que el cardiólogo no te lo prohíba expresamente, el mejor ejercicio es caminar. Márcate pequeños objetivos en función de tu capacidad y de cómo te encuentres durante y después del ejercicio. Los primeros días puede que te fatigues fácilmente. No te preocupes, camina despacio, pero intenta ir subiendo poco a poco la velocidad del paso hasta llegar al mínimo de veinte minutos recomendados. Con el tiempo, procura llegar hasta media hora, y si es posible, hasta la hora.
- Evita cualquier ejercicio que te aumente la tensión arterial y los exijan mucha fuerza muscular.
- Otra recomendación importante: con ayuda de un pulsómetro, mientras haces ejercicio mantén tu ritmo cardiaco por debajo del 75% de tu frecuencia máxima teórica (la cifra es el resultado de restar tu edad a 220). No hay problema si “fuerzas la máquina” superando ese ritmo alguna vez, pero no lo superes de manera habitual, porque para ti será un sobreesfuerzo innecesario. Te beneficiarás de todos los efectos positivos del ejercicio con objetivos menos exigentes.
4. Porque puedes seguir disfrutando del sexo con tu pareja
Numerosos estudios han demostrado que las personas sexualmente activas viven más y mejor. Porque la sexualidad es una parte consustancial del ser humano, y vivirla con plenitud tiene beneficios físicos, psicológicos y emocionales. Más concretamente, los expertos señalan que la satisfacción en el plano sexual ayuda a fortalecer el sistema inmunológico, combate la ansiedad y el estrés, proporciona estabilidad emocional, estimula la memoria, levanta la autoestima y produce un bienestar generalizado.
Pero es normal que una persona que ha sufrido un ataque cardíaco tenga reparo a realizar el esfuerzo físico que requiere la actividad sexual, pensando que puede ser un riesgo de que pueda volver a ocurrir. Los cardiólogos han calculado que este esfuerzo es comparable al que se requiere para subir dos tramos de escalera o para recorrer un kilómetro en quince minutos.
Todo depende de las secuelas que haya dejado el infarto en el corazón, pero, como regla general, los especialistas coinciden en que:
- Cuatro semanas de espera son suficientes para que el sexo vuelva a ser un hábito saludable, siempre que se esté llevando a cabo un plan de ejercicio físico controlado regularmente por el médico.
- Los medicamentos que tomas no tienen por que interferir en tu vida sexual. Consúltale a tu médico cualquier duda que tengas al respecto.
- Pero ante todo, comunícate con tu pareja, explícale tus temores, pídele apoyo y comprensión. Con el tiempo, vuestra relación íntima volverá a ser plenamente satisfactoria, aunque tengáis que adaptaros a la nueva situación.
5. Porque tienes “obligación” de olvidarte del estrés
Se ha demostrado que el riesgo de infarto agudo de miocardio puede aumentar hasta el doble de lo normal durante las dos horas siguientes a vivir una situación de alto impacto emocional. Imagínate entonces cuánto puede incrementarse ese riesgo en una persona que ya ha sufrido un infarto, cuyo sistema cardiovascular puede ser más sensible ante los nervios y las preocupaciones.
Pero no solo es peligroso un disgusto puntual (que no siempre será evitable), sino que también lo es esa “enfermedad crónica” llamada estrés, que (aunque nos parezca imposible) sí podemos evitar, aunque haga falta un decidido esfuerzo intenso para lograrlo. Dejar que aumente sin control, día tras día, nuestra sobrecarga de nervios, ansiedad y cansancio es peligroso para la tensión arterial y produce elevación del ritmo cardiaco (taquicardia), que por sí mismos son factores que pueden desembocar en un nuevo infarto de miocardio o en otro evento cardiovascular en las personas más vulnerables.
Ten en cuenta que la percepción del propio estrés y de sus límites es siempre engañosa: pensamos que somos capaces de soportar más tensión de la que en realidad podemos aguantar, y al llegar a nuestro tope máximo, la reacción del organismo –y del corazón, en concreto– en algunas personas puede ser tan dramática como un infarto de miocardio.
No son pocas todas estas razones para que, de una vez por todas, comiences a tomarte la vida con más calma, aprendas a relativizar los problemas y a enfrentarlos con la cabeza “fría”, que evites las discusiones, las prisas y las situaciones que te agobian, cambiando para ello tu manera de pensar y de actuar si es necesario.
6. Porque no estás solo/a
Ten por seguro que vencer las dudas, los temores y las dificultades después de pasar por un infarto de corazón se hace menos “cuesta arriba” si tienes a tu lado a personas que han pasado o están pasando por la misma situación que tú, que te comprenden y pueden darte consejos útiles y realistas, porque comparten contigo las mismas sensaciones y te comprenden. Ese respaldo, que no siempre nos pueden dar al cien por cien la familia y otras personas cercanas, se puede encontrar en alguna asociación de personas con enfermedad cardiovascular. Vas a encontrar más de una en tu entorno más próximo (en el hospital donde te tratan, en tu municipio, en tu provincia o en tu comunidad autónoma). Busca en Internet “asociación de enfermos del corazón”, “asociación de pacientes coronarios”, “asociación de pacientes cardíacos” o términos similares, y comprobarás que tienes muchas a tu alcance.
Este tipo de organizaciones no solo te brindan el apoyo de sus miembros, sino que organizan actividades formativas que te pueden resultar muy útiles para tu día a día, como talleres, charlas y encuentros sobre temas de tu interés, muchos de ellos con la participación de especialistas, así como actividades deportivas y de ocio que pueden ser para ti muy gratificantes y provechosas. ¡No pierdes nada por informarte!
Internet puede ayudarte a estar en contacto con personas que han pasado por lo mismo.
¿Qué es cuidarse en serio?
- Mantener siempre bien controlada tu tensión arterial.
- Controlar tu alimentación: en concreto el colesterol y tu glucosa en sangre (especialmente si padeces diabetes).
- Olvidarte del tabaco y restringir al máximo el alcohol.
- Evitar el sobrepeso.
- Tomar correctamente la medicación que te han prescrito.
- Hacer ejercicio físico como una rutina diaria más.
El tabaco daña los pulmones, estrecha las arterias coronarias y envenena el oxígeno de la sangre. Si has sufrido un infarto, aléjate de él (¡incluso del que fuman los demás!).
¿Aspirina u otra alternativa?
A quienes han sufrido un episodio coronario como un infarto agudo de miocardio o una angina de pecho se les recomienda tomar a diario 100 miligramos de aspirina para protegerse frente a un nuevo ataque al corazón. Según numerosos estudios, el tratamiento con dosis bajas de aspirina en estos pacientes previene la formación de rombos o coágulos, que pueden llegar a obstruir total o parcialmente el riego sanguíneo hacia el músculo cardiaco, con la posibilidad de un reinfarto. Algunos
pacientes, cuyo porcentaje no supera el 20%, presentan cierta resistencia a esa protección de la aspirina, por lo que están más expuestos a un segundo accidente cardiovascular. De ahí la importancia de hacerte pruebas y controles cardiológicos periódicos, para que, si este fuera tu caso, el especialista te indique otro fármaco alternativo.
¡Con más zapatilla, tomarás menos pastillas! Márcate metas realistas e irás notando progresos
¿Qué es un infarto?
Llamamos infarto agudo de miocardio a la interrupción repentina del riego sanguíneo al corazón como consecuencia de la obstrucción de las arterias coronarias. Si no se interviene a tiempo, el músculo cardiaco –el miocardio– puede quedar dañado de forma irreversible (sus células, si no les llega el oxígeno de la sangre, mueren rápidamente), pudiéndose producir una parada cardiaca y el fallecimiento de la persona.
La principal causa de esta disminución repentina del suministro de sangre al corazón es ser la existencia de un estrechamiento en las arterias coronarias, provocado por el desprendimiento de una placa de colesterol (ateroma).
Esta enfermedad se llama aterosclerosis.
Los factores que aumentan el riesgo de padecer un infarto agudo de miocardio son:
- La hipertensión.
- El colesterol alto.
- El tabaco.
- La obesidad.
- La falta de actividad física.
- La edad avanzada.
La edad y el sexo cuentan: La mayoría de los infartos se producen en personas mayores de 45 años. Por diferentes motivos, los hombres tienen más del doble de probabilidad de sufrir un infarto que las mujeres, pero en ellas el pronóstico suele ser menos favorable, puesto que la edad a que en su caso son más frecuentes los infartos suele ser más avanzada.
Sus síntomas más comunes:
- Dolor opresivo en la zona del esternón, bastante intenso, que no cambia al moverse ni al respirar.
- Puede irradiarse hacia la mandíbula, el cuello, la espalda, el brazo izquierdo, y en algunos casos, al brazo derecho, con sudor frío y mareo.
- En otras ocasiones, el dolor aparece en la parte alta del abdomen, acompañado por ganas de vomitar, dificultad para respirar y pérdida de conocimiento.
Las posibles consecuencias:
- Si la zona del músculo cardiaco dañada por el infarto agudo de miocardio es de pequeña extensión, se puede llevar una vida normal siempre que se controlen los factores de riesgo para evitar un nuevo infarto.
- Si el daño es muy extenso, se puede sufrir insuficiencia cardiaca de por vida, a veces con congestión pulmonar, que provoca insuficiencia respiratoria crónica.
- En algunas personas pueden aparecer arritmias ventriculares o bloqueos del corazón que, por lo general, pueden ser controlados gracias a un desfibrilador o un marcapasos.