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Está compuesta principalmente por sales biliares, colesterol y bilirrubina. El órgano donde el organismo almacena la bilis hasta el momento en que es necesaria es la vesícula biliar, que se asemeja a una pequeña bolsa con forma de pera y se encuentra situada debajo del hígado. Entre una comida y otra, la vesícula biliar se relaja y va almacenando bilis en su interior. Después de comer se contrae, vertiendo su contenido al intestino para que participe en la digestión.
En ocasiones, cierto componente de la bilis se solidifica, dando lugar a depósitos duros de tamaño variable que se van concentrando en el interior de la vesícula biliar. Son lo que denominamos cálculos biliares, que adquieren su nombre del latín (calculus = piedra pequeña o piedrecita), una atología muy común y una causa frecuente de consulta médica.
Hay dos tipos de cálculos biliares: los de colesterol (los más frecuentes) y los de bilirrubina (también llamados pigmentarios).
Los cálculos de colesterol son más frecuentes en mujeres, mayores de 40 años, con obesidad y con varios hijos.
¿Qué es un cólico biliar?
A veces, los cálculos biliares son tan pequeños que no pueden observarse a simple vista, denominándose barro biliar.
Otras veces son de mayor tamaño, aunque más de la mitad de las personas con cálculos en la vesícula biliar no tienen síntomas. Eso sí, en los casos en los que obstruyen el conducto que drena la vesícula biliar, lo normal es que aparezca un dolor intenso y continuo en la parte superior derecha del abdomen pocas horas después de comer, acompañado de náuseas y vómitos. Este cuadro es lo que se conoce como cólico biliar.
Si la obstrucción del conducto por el cálculo persiste, puede llegar a inflamarse la vesícula e incluso puede añadirse una infección. Esto es lo que se llama colecistitis aguda, y en este caso a los síntomas anteriores se suma la fiebre.
Si el cálculo se desplaza y obstruye otros conductos puede producir complicaciones más importantes, como una pancreatitis aguda, que sería una de las más graves.
Tratamiento
Cuando una persona presenta un cólico biliar, lo primero que hace el médico es determinar si es un cólico simple o si presenta alguna complicación.
- Si es un cólico biliar simple, el paciente tendrá que seguir un tratamiento para aliviar los síntomas (dolor, vómitos…) y se le hará una ecografía abdominal para observar el estado de la vesícula.
- Si es un cólico complicado, el paciente quedará ingresado en el hospital, donde se instaurará un tratamiento médico que suele incluir antibióticos. En estos casos, lo habitual es que paciente sea intervenido quirúrgicamente para extirpar la vesícula biliar (colecistectomía), bien mediante cirugía abierta o bien mediante endoscopia. La modalidad y el momento adecuado de la intervención la determinará el médico.
Sin vesícula biliar, la bilis drenará directamente al intestino delgado desde el hígado en un rango fijo a lo largo del día, en vez de hacerlo sólo en el proceso de la digestión. No obstante, con el tiempo se puede llevar una vida y una dieta completamente normales.
Adiós a las grasas
Existe una serie de recomendaciones dietéticas para aquellas personas que han tenido cólicos biliares o han sido sometidas a cirugía de la vesícula biliar. Se aconseja, sobre todo, evitar las grasas:
- Consumir productos lácteos y derivados desnatados y limitar los quesos.
- Reducir las carnes grasas (cordero, cerdo, embutidos, sesos y otros productos de casquería).
- Moderar el consumo de pescado azul, que es el más graso.
- Tomar menos mantequilla, margarina y frutos secos grasos.
- También es conveniente evitar el alcohol, las salsas y los alimentos flatulentos, y también llevar una dieta rica en fibra para prevenir el estreñimiento.
Laparoscopia, cirugía mínimamente invasiva
La laparoscopia, técnica de endoscopia en la que el médico se ayuda con una cámara introducida en el abdomen, presenta algunas ventajas sobre las técnicas quirúrgicas tradicionales (cirugía abierta), como:
- Disminución del dolor postoperatorio y menos complicaciones.
- Esto posibilita que la estancia en el hospital sea más corta (unas 24 horas).
- La incorporación del paciente a la actividad normal es más rápida.
Sin embargo, existen situaciones que pueden aconsejar la elección de la cirugía abierta, como el haber sido intervenido en el abdomen previamente, entre otras. En este caso, el periodo de permanencia en el hospital es mayor y la reincorporación a la actividad normal es más lenta.