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El corazón, esa especie de sala de máquinas del organismo, late entre 70 y 80 veces por minuto, unas 100.000 al día, para bombear la sangre a través de la kilométrica red de vasos sanguíneos. Cerca de uno de cada tres españoles muere en España a causa de alguna enfermedad en este circuito cerrado llamado sistema cardiovascular. Infartos, ictus, hemorragias cerebrales e insuficiencias cardíacas suponen la primera causa de fallecimiento y matan más que el cáncer y 65 veces más que los accidentes de tráfico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) augura que de aquí a 2030, casi 23,6 millones de personas morirán en el mundo por algún trastorno de este tipo, principalmente por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares. Además, las enfermedades cardiovasculares suponen el principal motivo de invalidez y de disminución en la calidad de vida.
La buena noticia es que evitarlo está, en gran medida, en nuestras manos. Aunque hay algunos factores de riesgo como la edad o los antecedentes familiares sobre los que no podemos hacer nada, sí es posible modificar otros como el tabaquismo, la hipertensión arterial, el sedentarismo, la diabetes, el sobrepeso u obesidad y el estrés. «El 80 por ciento de las enfermedades del corazón y hasta el 90 por ciento de los infartos podría prevenirse con un estilo de vida más saludable, realizando más ejercicio físico y vigilando nuestra dieta», explica el doctor Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón (FEC).
Sigue la dieta mediterránea
Y para ello no hace falta complicarse la vida, al revés: basta con volver a los sencillos patrones dietéticos que dicta la dieta mediterránea, que se caracteriza por la abundancia de alimentos vegetales como pasta, arroz, verduras, hortalizas, legumbres, frutas y frutos secos; el empleo de aceite de oliva como fuente principal de grasa; un consumo moderado de pescado, marisco, aves de corral, productos lácteos –yogur, quesos– y huevos; y pequeñas cantidades de carnes rojas. La primera ventaja de estas pautas dietéticas es que la diversidad y el equilibrio aseguran un aporte de nutrientes adecuado, imprescindible para el buen funcionamiento del organismo, pero eso no es todo. «A los beneficios de su bajo contenido en ácidos grasos saturados y alto en monoinsaturados, así como en carbohidratos complejos y fibra, hay que añadir los derivados de su riqueza en sustancias antioxidantes, polifenoles y otras sustancias beneficiosas de origen vegetal», añaden los autores del Estudio Predimed, elaborado por un equipo multidisciplinar de expertos unidos para examinar los efectos de la dieta mediterránea en la prevención de la enfermedad cardiovascular. Según esa investigación, este modo de alimentación, especialmente cuando se complementa con aceite de oliva virgen extra y frutos secos –nueces, avellanas y almendras–, permite reducir hasta en un 30 por ciento el riesgo de sufrir una complicación cardiovascular mayor –infarto de miocardio, ictus o muerte cardiovascular– y hasta en un 40 por ciento la probabilidad de desarrollar diabetes. Repasamos los pilares básicos de una dieta cardiosaludable:
Frutas y verduras a diario y sin excusas. Su consumo frecuente reduce el riesgo de cardiopatía isquémica, hipertensión y accidentes cardiovasculares. La OMS estima que la baja ingesta de frutas y hortalizas es responsable de 1,7 millones de muertes al año y las enfermedades cardiovasculares representan una gran parte de ellas.
Un estudio recientemente publicado en la revista Stroke señala que las de color blanco –peras, manzanas, coliflor, cebolla, plátano…– se asocian a un menor riesgo de sufrir un ictus, debido a sus compuestos sulfurados y sus antioxidantes. Las antocianinas y otros extractos de los alimentos de color azul o morado –uvas, berenjenas, moras, arándanos, grosellas, ciruelas rojas, lombarda…– también han demostrado ser muy activos protegiendo los vasos sanguíneos, ayudando a reducir la presión arterial y a disminuir el colesterol. Por otra parte, la vitamina B6, el ácido fólico y la vitamina E son tres de las vitaminas más importantes para mantener el corazón sano. Especialmente la E, que reduce la incidencia de infartos hasta en un 50 por ciento. Las encontrarás en los vegetales de hoja verde –espinacas, coles, lechugas, acelgas, perejil…–, el germen de trigo y frutas como melón, plátanos y aguacate.
La fibra, sobre todo la soluble, protege contra las enfermedades del corazón porque actúa «secuestrando» los ácidos biliares y el colesterol del intestino para luego eliminarlos a través de las heces. Esto disminuye la absorción de estas sustancias por parte del organismo y la cantidad que llega al hígado y al torrente sanguíneo es menor. Además, ayuda a controlar los niveles de glucosa, lo que reduce la producción de colesterol y triglicéridos. Se aconseja una cantidad de unos 25-30 g de fibra al día, que conseguirás consumiendo frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, semillas y frutos secos. Los que más cantidad contienen son la avena, la cebada, ciruelas, albaricoques, guisantes, zanahorias, pepinos y puerros. Cumplir con el aporte necesario es fácil: toma cada día tres piezas de fruta, una buena ensalada y una ración de verduras o legumbres y elige pan, arroz y pasta integrales.
¿Grasas? Algunas, sí. Los tiempos en que huíamos de ellas como del diablo quedaron atrás, porque está demostrado que son tan necesarias para el funcionamiento de un organismo sano como cualquier otro nutriente. Hay que reducir al mínimo el consumo de grasas trans, eso sí, las presentes en bollería industrial, precocinados, comida rápida…; pero para mantener en plena forma la salud cardiovascular son especialmente valiosos los ácidos grasos poliinsaturados, los llamados Omega-3 y Omega-6, que tienen un efecto protector. Los estudios científicos muestran una baja incidencia de enfermedades cardiovasculares en poblaciones que consumen grandes cantidades de ácidos grasos Omega-3 y animales marinos.
- Ácidos grasos Omega-6: reducen la colesterolemia, especialmente los derivados del ácido linoleico, una sustancia abundante en muchos aceites vegetales, como el de girasol, en el maíz, la soja y los frutos secos.
- Ácidos grasos Omega-3: favorecen la dilatación de los vasos sanguíneos y la irrigación de los distintos órganos, disminuyen la agregación plaquetaria y la formación de trombos y reducen la concentración de colesterol total y triglicéridos en sangre. Se encuentra en alimentos como las nueces, el aceite de oliva, y pescados como la caballa, el salmón, el atún, la trucha...
La sal, bajo control. Es el factor más importante en el desarrollo y aparición de la hipertensión arterial y, por consiguiente, de las enfermedades cardiovasculares: la mitad de los infartos de miocardio y de los infartos cerebrales están relacionados con la hipertensión. Los españoles tomamos el doble de sal que la cantidad máxima aconsejada por las autoridades sanitarias, y ojo porque solo entre el 20 y el 25 por ciento corresponde a la que añadimos al hacernos la comida. El resto está escondida en los alimentos procesados. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha identificado los alimentos de consumo cotidiano que más sodio aportan a la dieta diaria y que deberíamos tomar con moderación:
- Embutido. El jamón es el que más sal proporciona, seguido del chorizo, el salchichón y el fuet.
- Pan. El pan blanco, seguido del de molde blanco y el tostado, son los más salados del grupo.
- Queso. Los curados, frescos y fundidos se consideran los más problemáticos con respecto a la cantidad de sal.
- Platos preparados. Las comidas congeladas destacan por su elevado contenido en sal.
Toma más legumbres. Datos del Estudio Nacional de Nutrición y Alimentación afirman que desde la década de 1960 hasta hoy, el consumo de legumbres en España ha caído un 50 por ciento. «Mientras que antes este alimento se consumía casi a diario, el estudio concluye que actualmente solo se come una vez a la semana, una tendencia que consideramos preocupante», explica el doctor José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón. Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha declarado 2016 el Año Internacional de las Legumbres. Hay muchos motivos para incluirlas en nuestros guisos tres o cuatro veces por semana, entre ellas que quien lo haga tendrá un 19 por ciento menos de riesgo de sufrir una cardiopatía isquémica, que son el infarto y la angina de pecho. Sus beneficios para la salud se deben a su alto aporte de fibra y proteínas, su bajo índice glucémico y pobre contenido en grasa. Así, ayudan a proteger contra la diabetes tipo 2, el colesterol elevado y ciertos tipos de cáncer. Además, las legumbres son nutritivas, ricas en vitaminas del grupo B, hierro, magnesio, zinc y potasio.
Y hablando de potasio… El aporte adecuado de este mineral a través de una dieta basada en productos naturales como verduras y legumbres, al mismo tiempo que se limita el consumo de alimentos procesados y altos en sodio, regula naturalmente la presión arterial y, por tanto, reduce el riesgo de accidente cardiovascular, daño renal y osteoporosis, entre otras enfermedades. Según un reciente estudio publicado en la revista Stroke, Journal of the American Heart Association, las mujeres posmenopáusicas que consumen alimentos ricos en potasio tienen menos riesgo de accidente cerebrovascular y de fallecer prematuramente.
Más pescado, menos carne. Científicos de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard publicaron en 2012 un estudio en el que se asociaba el consumo elevado de carne roja y procesada con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, obesidad y algunas formas de cáncer. En el caso de España, las estadísticas alertan de que el consumo de carne roja está por encima de lo recomendado. La Fundación Española del Corazón dice que en una alimentación saludable y equilibrada, la ingesta de este alimento debe ser de 3 o 4 raciones de 100-125 g, un filete pequeño, a la semana. Lo mejor es recurrir a otras fuentes de proteínas como las legumbres, el pescado o las carnes magras como aves o conejo.
El infarto femenino también existe
Tenemos en mente la imagen del enfermo del corazón como un señor mayor y algo gordito. Pero las cosas han cambiado y ahora las mujeres también están en la diana. _Sigue existiendo la falsa percepción de que a enfermedad cardiovascular es cosa de hombres, pero tal y como se sigue reflejando en los datos, la mujer muere más por esta causa; concretamente, un 6 por ciento más_, recuerda el doctor Andrés Íñiguez, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). ¿Por qué?
CAMBIOS DE HÁBITOS. La mujer soporta el mismo estrés laboral añadido a las obligaciones domésticas. Un estado de estrés sostenido que lleva a comer rápido y mal, a que la tensión y el colesterol suban, a que hagan menos ejercicio... y fuman más que los hombres.
SU TOLERANCIA AL DOLOR y el hecho de que los síntomas sean más difusos que en el caso de los hombres, hace que muchas mujeres sospechen mucho más tarde de que padecen una enfermedad cardiovascular, recibiendo el tratamiento necesario con retraso.
Por BEATRIZ GARCÍA - Club Gente Saludable