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Suele ser uno de los motivos más frecuentes de las consultas pediátricas y un auténtico quebradero de cabeza para los padres. Pero lo cierto es que la tos es todo un mecanismo de defensa para sus aparatos respiratorios, ya que actúa como limpiador. Es capaz de eliminar el exceso de mucosidad o cualquier tipo de partícula o impureza que el pequeño haya aspirado.
Para saber cómo solucionarla, si es motivo de preocupación o si requiere consulta médica, es necesario fijarnos en las características de la tos. Nos darán las pistas necesarias para saber cómo tratarla.
Posibles causas
Existen infinidad de causas de la tos. Algunas sin importancia, otras pueden ser signo de enfermedades más graves. Por ello, es el pediatra quien debe evaluar al niño. Algunas causas comunes de tos son:
- Infección e inflamación de las vías respiratorias altas por resfriado, gripe, laringitis o sinusitis.
- Asma y alergias.
- Infecciones pulmonares como la neumonía, bronquiolitis y bronquitis.
- Reflujo gastroesofágico (subida de los ácidos del estómago a las vías respiratorias, que se irritan por este motivo).
- Aspiración de humo de tabaco.
- Exposición a otros contaminantes del aire.
- Entrada de cuerpos extraños en las vías respiratorias.
Dime qué tos tienes…
- Laríngea o perruna: Es una tos fuerte, de timbre metálico, que simula el ladrido de un perro y que en muchas ocasiones nos despierta de manera brusca en mitad de la noche. Suele estar causada por una inflamación de la laringe. En la mayoría de casos, al ser tan alarmante, los padres llevan corriendo su hijo a urgencias y en el trayecto, la exposición del niño al aire fresco de la noche mitiga la intensidad de esta tos. Ante este proceso, es de gran utilidad abrir la ventana o sacar al niño a la terraza (bien abrigado) para exponerlo al aire frío. Pero si va acompañada de dificultad respiratoria, no cede o empeora, la valoración pediátrica será imprescindible.
- Húmeda o productiva: Es la tos más común, acompañada de mucosidad, ya que es la manifestación del aumento de secreciones en las vías respiratorias y el intento por eliminarlas de las vías respiratorias. Es típica de las infecciones de vías respiratorias superiores (el clásico resfriado). No debemos tratar de detenerla con medicamentos contra la tos, a menos que resulte extenuante o impida dormir.
Los líquidos (agua, zumos naturales) y la humedad ambiental resultan útiles para mantener las secreciones respiratorias fluidas y facilitar su expulsión con la tos. Algo tan simple como el agua es el mucolítico más útil para estos procesos. No obstante, no podemos obviar que la tos húmeda, precisamente por ser la expresión de una infección en vías respiratorias, puede denotar la existencia de un proceso más serio, como bronquiolitis o neumonía, cuyo tratamiento precisará un abordaje más cuidadoso.
Por tanto, debemos estar muy atentos ante la aparición de otros síntomas como fiebre, fatiga o falta de apetito.
- Seca: Tiene un timbre más rudo. No se suele acompañar de congestión nasal ni de mucosidad, a diferencia de la productiva. También puede ser la manifestación de un resfriado común, y en general desaparece al cabo de unos días. Si produce muchas molestias, como puede ser dolor de garganta, y dificulta el sueño, puede ser útil el empleo de antiinflamatorios o antitusivos (medicamentos que calman la tos), sobre todo por la noche, para permitir el descanso del niño.
- Con sibilancias o pitos: La tos va acompañada de unos sonidos agudos, similares a pitidos. El origen de esta tos es la obstrucción de las vías respiratorias inferiores (bronquios o bronquiolos), siendo típica de las crisis asmáticas y de las bronquiolitis (el primer episodio de sibilancias en niños menores de dos años). Ante este tipo de tos es necesario acudir al pediatra para que evalúe al niño y establezca un diagnóstico.
- Nerviosa o psicógena: Es una tos seca e irritativa que no se acompaña de mucosidad. Suele ser más frecuente en los adultos que en los niños y se presenta en situaciones de estrés o bien como un intento (unas veces consciente, pero otras muchas no) de llamar la atención. Típicamente no está presente durante la noche, ni cuando el niño está distraído, a diferencia de la tos relacionada con una enfermedad respiratoria. El diagnóstico de tos nerviosa se debe hacer después de haber excluido otras posibles enfermedades. Es el pediatra quien debe valorar este tipo de tos.
¿Cómo se produce?
La tos se puede producir por un mecanismo reflejo o generarse voluntariamente. En el caso del mecanismo reflejo, distintos estímulos desencadenan la siguiente secuencia:
- Primera fase: inspiratoria. Se produce una inspiración profunda en la que la glotis (el espacio limitado por las cuerdas vocales) permanece abierta, y se produce una contracción de los músculos torácicos y diafragma, aumentado el volumen pulmonar.
- Segunda fase: compresiva. Comienza con el cierre de la glotis, continua con una contracción violenta de los músculos espiratorios (abdominales, intercostales…) y finaliza con la apertura súbita de la glotis. En el transcurso de esta segunda fase la presión intratorácica aumenta de manera considerable.
- Tercera fase: explosiva. Se inicia con la apertura brusca de la glotis, produciéndose la salida explosiva de aire, arrastrando con él las partículas extrañas y secreciones mucosas hasta su expulsión.
Síntomas de alerta
- Respiración rápida (muy diferente a la habitual del niño)
- Ruidos al respirar (como pitidos dentro del pecho)
- Tos seca y muy persitente
- Dificultad para hablar o llorar
- Fiebre no superior a 38ºC (febrícula)
- Rechazo de la alimentación
- Irritabilidad o decaimiento del niño
- Sueño muy ligero; se despierta muy a menudo
- Si la dificultad respiratoria va en aumento, se puede incluso observar que se le marcan mucho las costillas al respirar y que su barriguita se hace muy abultada con cada respiración
Miel y limón
Un remedio popular para aliviar la tos es la miel y el limón. Un vaso de agua caliente con el jugo de medio de limón y una cucharada de miel logrará suavizar su garganta y calmar la tos nocturna.
De cualquier forma, siempre debemos acudir al pediatra para que diagnostique las causas y prescriba el mejor tratamiento.