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EL cuidado de los dientes y boca debe acompañarnos durante toda la vida. Pero, ¿cuál es la edad más adecuada para empezar? Olga Cortés, presidenta de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Odontopediatría (SEOP), recomienda visitar al odontopediatra dentro del primer año de vida. Hasta los seis años, los niños tienen 20 dientes, los llamados 'de leche', que darán paso a los definitivos, y educar a los pequeños en la higiene de su dentadura desde temprano es imprescindible. «Estamos convencidos de que, con nuestra tarea, los niños que ahora visitamos serán padres motivados en una adecuada salud bucodental», señala Cortés. Pero a veces los adultos se encuentran con reticencias por parte de los pequeños y la hora de lavarse los dientes se convierte en un infierno. Las siguientes pautas nos ayudarán a responsabilizarles de la salud de su boca y a luchar contra la caries o la placa bacteriana.
1. Enséñales a cepillarse desde bebés. Desde que aparecen los primeros dientes, la limpieza puede realizarse con dedales de silicona o látex y cepillos de pequeño tamaño. A partir de los dos años, cuando la dentadura ya se completa, hay que usar dentífrico. Como señala la doctora Cortés, «se considera que el niño es autónomo entre los 8 y 10 años, pero es recomendable una supervisión de su higiene oral nocturna hasta la adolescencia. Los padres deben limpiar los dientes del niño desde su aparición al menos dos veces al día, una de ellas antes de acostarlo, y esta responsabilidad se debe mantener mientras el niño crece y adquiere habilidad para realizar por sí mismo la higiene».
2. Cepíllate los dientes con ellos. Este hábito debe convertirse en rutina y, para que el niño lo interiorice, debe lavarse los dientes tres veces al día, con especial importancia en los momentos de después del desayuno y de la cena. La imitación es una de las claves para que el niño aprenda a lavarse los dientes solo y haga suyo este importante hábito de salud.
3. Marca la forma en que se cepillan. El cepillo del niño debe ser de cabeza pequeña y de fibras finas de extremos redondeados para ser lo más operativo posible. Hay que recordar que es recomendable cambiarlo tres o cuatro veces al año. La pasta de dientes debe tener flúor, y se deben cepillar todos los dientes por dentro y por fuera, desde la encía hasta el borde de los dientes, sin olvidar pasarlo por la lengua antes de enjuagar bien. Como explica la doctora Cortés, «se recomienda limpiar las superficies dentales laterales –linguales y vestibulares– con movimientos circulares y las superficies masticatorias con movimientos anteroposteriores. Cuando ya existe contacto entre los dientes, el hilo dental es indispensable para una buena limpieza bucal. Y, según el nivel de riesgo, la edad y la concentración de flúor en el agua de consumo diario, el odontopediatra decidirá el tipo de administración de flúor y la frecuencia de su aplicación».
4. Conviértelo en juego. Los cuentos y los juegos son las mejores herramientas para motivar a los niños, y pueden ser una estrategia muy útil cuando sienten que cepillarse los dientes es aburrido. Los colores y la imaginación siempre ayudan a crear un ambiente más grato. Una idea interesante puede ser contar historias en las que los personajes sufren las consecuencias de no cepillarse los dientes de forma correcta.
5. Sé siempre un ejemplo a seguir. Es fundamental que el niño entienda la importancia de lo que está haciendo, aún más cuando tiene que introducir nuevas pautas en la higiene bucal, como el uso del colutorio o del hilo dental para llegar a zonas donde el cepillo no llega y, por lo tanto, pueden aparecer caries. Siempre, el entorno familiar y el social cercano –pediatra, educadores…– tendrán, según los especialistas, un papel relevante en la adquisición de hábitos saludables; no solo de higiene dental, sino también en cuestión de nutrición. Y los padres están los primeros a la hora de dar ejemplo.
6. Ni los recompenses ni los castigues. Las pautas de limpieza se deben introducir como parte de un juego, pero sin perder la disciplina: siempre hay que dejar claro que es una tarea cotidiana importante para que los dientes estén en forma y que esta rutina diaria es por su bien. Estos mensajes serán más evidentes a medida que el niño crezca.
7. No utilices al dentista como una amenaza. En este caso, la portavoz de la SEOP, sociedad científica sin ánimo de lucro, destaca que «es importante que los padres, educadores e, incluso, los responsables de los medios de comunicación no generen ni transmitan un temor o ansiedad innecesarios en lo relacionado con el dentista». Sin duda, se ha avanzado mucho en el terreno de los temores al dentista por parte de los niños. «Afortunadamente –continúa la doctora–, cada vez existen más consultas adaptadas a las necesidades del niño, con juguetes, libros infantiles, premios al finalizar las visitas, etc., y el odontopediatra sabe aplicar las técnicas adecuadas para ayudar al niño a familiarizarse con el ambiente odontológico y los tratamientos. Iniciar las visitas cuando el niño es pequeño le ayuda a tomar contacto con este ambiente, teniendo en cuenta que la implantación de medidas preventivas –limpieza dentaria, aplicación tópica de flúor– no es molesta, lo que le dará al niño una motivación positiva hacia la siguiente visita».
La imitación es una de las claves para que ele niño aprenda a lavarse los dientes solo y haga suyo ese importante hábito
Alimenta su dentadura
Una alimentación con un alto contenido en frutas y verduras ayuda a prevenir la caries y problemas de encías como periodontitis y gingivitis. Hay que tomar cinco raciones frutas y verduras al día, pescado rico en ácidos poliinsaturados Omega-3, aceite de oliva y cereales. Los lácteos son ricos en calcio y fósforo y tampoco deben en la dieta.