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Es normal que nos asuste la aparición de una pequeña cantidad de sangre en la eyaculación (que médicamente se denomina “hemospermia”); sin embargo, en la mayoría de los casos, carece de importancia, aunque conviene observarlo y, eso sí, en todos los casos, hay que consultarlo con médico de familia –quien seguramente nos puede orientar más rápidamente–, o con el urólogo.
¿A qué se debe?
Un ligero sangrado en el esperma puede deberse a la rotura de algún capilar o pequeño vaso sanguíneo de las vesículas seminales, de la próstata o de los testículos, que se resuelve por sí solo sin más consecuencias, o bien puede derivar de algo más importante, como puede ser una infección (no necesariamente contagiosa), que habrá que tratar rápidamente para que no se agrave y se extienda a otros órganos. O puede ser signo de una obstrucción o de algún otro trastorno en la uretra, los testículos, el epidídimo o la próstata, que también tendrán que tratarse con prontitud. Es frecuente que aparezcan varios orígenes simultáneamente. En casos muy excepcionales, puede haber detrás un tumor prostático o testicular. Puesto que, a pesar de disponer de diversas pruebas diagnósticas muy fiables, no siempre está claro el origen del sangrado. Conviene estar pendiente, y si volviera a aparecer, hay que regresar a la consulta del urólogo tan pronto como sea posible.
Posibles molestias
La hemospermia, por lo general, no suele presentar otros síntomas asociados. No obstante, es posible que, dependiendo de la afección que la origine, venga acompañada de molestias como:
- Sangre en la orina.
- Dolor al orinar y/o al defecar.
- Fiebre o escalofríos.
- Lumbago.
- Eyaculación dolorosa.
- Hinchazón en los testículos.
- Sensibilidad en la zona de la ingle y del escroto.
¿Cómo se trata?
Para las lesiones menores, se suele indicar reposo, aplicación de hielo y quizá algún medicamento para el control de los síntomas. Si el motivo del sangrado es una infección, es muy posible que produzca dolor localizado y/o fiebre. Estos casos se suelen tratar con antibióticos por vía oral, o bien con antibióticos intravenosos si los síntomas son más graves.
Otras lesiones de más importancia, como sería una obstrucción o un quiste en alguno de los conductos de los que se compone el aparato urogenital, puede requerir una intervención quirúrgica, pero se trata de casos muy poco frecuentes.
Se estima que hasta un 20% de los casos no tienen una explicación. Pero no hay que alarmarse, puesto que muchos varones les ocurre solo una vez y no tienen de qué preocuparse, una vez el médico les haya resuelto todas sus dudas.
Deja pistas en tu orina
Un análisis o un cultivo de orina ayudarán a detectar si hay infección. Si el médico lo cree necesario, también solicitará un cultivo de esperma. A veces hacen falta pruebas de imagen: una ecografía testicular o transrectal (para valorar testículos, vesículas seminales y próstata) o una resonancia magnética nuclear de la pelvis.
Con frecuencia, el motivo es algún pequeño cálculo que, al recorrer el uréter con la orina, irrita la pared de la uretra y produce un pequeño sangrado.
Acompáñale al urólogo
De nada sirve que dejemos pasar cualquier dolencia genital o urológica demasiado tiempo, quedarse con la duda y esconder la cabeza “bajo el ala”. Más bien al contrario: descuidar estos problemas puede conducir fácilmente a que se agraven, en cuyo caso, el tratamiento y la curación pueden ser más complicados.
Si le ocurre a tu pareja, anímale a que pida cita cuanto antes con el urólogo, y ofrécete incluso a acompañarle a la consulta para que se sienta más seguro y confiado a la hora de explicar al médico lo que le sucede. Recuérdale, además, que conviene que se haga revisiones urológicas anuales desde los cuarenta años.