SABER VIVIR COMUNICACIÓN, S.L.
En marzo todavía están por llegar días fríos, y se agradece el calorcito de la calefacción cuando llegamos a casa o cuando viajamos en el coche. Hay quien está a gusto poniéndola a máxima potencia, y con ello el efecto perjudicial en los ojos es casi inmediato: sensación de arenilla, escozor y enrojecimiento, sobre todo si el oftalmólogo o el óptico- optometrista nos ha hecho notar alguna vez que tenemos poca cantidad de lágrima, un trastorno conocido como “ojo seco”.
En efecto, las corrientes de aire y el calor excesivo agravan este trastorno debido a que reducen la humedad ambiental, pero el origen de la sequedad ocular en la mayoría de los casos es de tipo fisiológico. Si nos exponemos al sol sin gafas protectoras, al viento, a la suciedad y al polvo –además de al aire seco y caliente, como apuntábamos antes– la producción de lágrima se reduce de manera significativa.
Esta pérdida de humectación natural del ojo se hace más acusada conforme vamos cumpliendo años. Es un trastorno molesto que no se debe dejar pasar porque, al no estar convenientemente lubricado el globo ocular, pueden aparecer trastornos graves en el ojo, e incluso pérdida de visión en los casos severos.
Lágrimas artificiales
El tratamiento con lágrimas artificiales es el más utilizado para el ojo seco. No solo proporcionan una sensación más confortable; también suavizan la superficie corneal y la hace más regular, contribuyendo así a una mejora en la visión.
No todas las lágrimas artificiales son iguales, y al contrario de lo que piensa la mayoría de la gente, tampoco consisten en “agua”. Su composición está constituida por una sustancia activa con diferentes características químicas.
Uno de los inconvenientes de las lágrimas artificiales es que contienen conservantes, estabilizantes y otros aditivos que pueden generar reacciones alérgicas o hipersensibilidad. Para evitarlo, existen gotas en monodosis, que no contienen conservantes.
Ten en cuenta que…
Algunos trastornos oculares y enfermedades como la artritis reumatoide, el hipotiroidismo o el lupus producen a menudo ojo seco, así como ciertos medicamentos. Si tomas hipertensivos, antidepresivos y fármacos para el tratamiento de la arritmia y del Parkinson y sospechas que te están produciendo sequedad ocular, en ningún caso abandones tu tratamiento. Consulta a tu médico para que compruebe el verdadero origen del problema y decida cómo tratarlo.