Aunque se consumen durante todo el año, cuando hablamos de un alimento típico del verano, es inevitable que nos venga a la mente la imagen de un delicioso helado. Debido a su aporte calórico, siempre se ha considerado un “pecado” dentro de la dieta, pero hoy en día sabemos que es un alimento que podemos tomar sin reparos, siempre y cuando se haga en su justa medida, y dentro de una dieta equilibrada, en la que estén presentes todos los nutrientes y no haya un exceso de grasas y azúcar.

Los “light” también engordan

Los helados tienen fama de ser productos muy calóricos; sin embargo, la cantidad de grasa y azúcar que contienen se compensan perfectamente si seguimos una alimentación sana. Un helado de leche puede aportar entre 110 y 270 kilocalorías por cada 100 gramos, mientras que los de hielo suelen tener entre 68 y 138 kilocalorías.

Para cuidarnos un poco más, disponemos de helados en versión “light” (baja en grasas), y de los que están hechos con leche desnatada. Sin embargo, y a pesar de que son más saludables, tampoco conviene abusar de ellos porque, a la larga, aportan la misma cantidad de calorías que un helado normal.

Lo que en ningún caso se debe hacer es adoptarlo como postre a diario. Hay que tener especial cuidado con los niños, pues la mayoría de ellos prefieren los helados a la fruta, y adoptan como hábito su consumo después de las comidas, cuando este reemplazo sólo se debe dar en situaciones puntuales.


Refresco casero

Los batidos son otra alternativa sana y natural para refrescarnos en verano. Los podemos hacer nosotros mismo combinando nuestras frutas favoritas con productos lácteos (leche o yogurt). Al ser naturales, nos aseguramos de que no contienen aditivos, exceso de grasas ni demasiada azúcar.

Gran valor nutritivo

Su alto aporte de calcio y su valor energético hace del helado un producto saludable y beneficioso sobre todo para las embarazadas, las mujeres que están en la etapa premenopáusica y los niños, por su riqueza en nutrientes como vitaminas, hidratos de carbono y minerales.

  • Helados de base láctea: Son los de crema y los de leche. Tienen gran valor nutritivo, porque se les suele añadir grasas de origen animal o vegetal, azúcar y huevo.

  • Helados de base acuosa: son los sorbetes y polos de hielo. Se les añade jugos o aromas de frutas, por lo que son más ácidos que dulces. Pueden una cantidad significativa de azúcar o fruta y derivados.

 

Variedades refrescantes para todos

Además de helados “light”, podemos encontrar helados:

  • Aptos para diabéticos elaborados con edulcorantes artificiales
  • Helados sin lactosa
  • Sin gluten, especiales para celiacos

Aunque son muy saludables, no es conveniente sustituir siempre la fruta por un helado como postre.

 

 

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