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Solemos asociar grasa con calorías, y tendemos a rechazar aquellos alimentos que la contienen creyendo que son malos para la salud y que para lo único que sirven es para que aumentemos kilos. Sí, es cierto que la grasa es el nutriente más calórico de todos (1 gramo de grasa = 9 kilocalorías) y el que más fácilmente se almacena en nuestro cuerpo. Sin embargo, tan perjudicial es ingerir un exceso de grasa como que la restrinjamos drásticamente en nuestra una dieta, puesto que cumple importantes funciones en el organismo:
- Es una fuente de energía fundamental para el cuerpo.
- Forma parte de las membranas celulares.
- Cubre y protege órganos como el corazón o los riñones.
- Al almacenarse bajo la piel (grasa subcutánea), colabora en la regulación de la temperatura corporal.
- Es portadora de vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y favorece su absorción.
- Interviene en la producción de diferentes hormonas, como las sexuales (estrógenos, testosterona, progesterona…).
Son esenciales para el cuerpo
Para que nuestro cuerpo funcione correctamente, no debemos que prescindir de las grasas, sino consumir cada una de ellas en la proporción adecuada. La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria recomienda que, de las calorías totales de la dieta, el 30-35% provengan de la grasa, y de esta, que el 15-20% se monoinsaturada, menos del 10% sea saturada y menos del 7%, poliinsaturada.
2 tipos ¿En qué se diferencian?
- Grasas saturadas. Favorecen el aumento del colesterol “malo” (LDL) y de los triglicéridos y de la obesidad abdominal si se consumen en exceso. Se encuentran en alimentos de origen animal como embutidos, lácteos enteros, carnes grasas, así como en aceites vegetales como el de coco y de palma, que se utilizan en bollería industrial y aperitivos fritos. Al igual que las grasas saturadas se comportan las grasas trans o hidrogenadas, que resultan de la modificación química de ciertos aceites vegetales.
- Grasas insaturadas. Este grupo está compuesto por dos grupos básicos:
- Grasas monoinsaturadas, como el ácido oléico, presente en el aceite de oliva, el aguacate o las aceitunas.
- Grasas poliinsaturadas, como los ácidos grasos esenciales omega 3 (ácido linolénico) y omega 6 (ácido linoleico), abundantes en el pescado azul, los aceites de semillas (girasol, maíz, soja), nueces y almendras.
- Grasas monoinsaturadas, como el ácido oléico, presente en el aceite de oliva, el aguacate o las aceitunas.
Ambos ayudan a disminuir el colesterol total, los niveles de triglicéridos en sangre y reducen el riesgo de trombos o coágulos. También tienen efecto antiinflamatorio, entre otras propiedades fundamentales.