SABER VIVIR COMUNICACIÓN, S.L.
Con el carné de padre y de madre va la tarea de ir detrás de nuestros hijos para que conseguir que recojan su habitación, ordenen sus juguetes y encuentren los objetos que extravían una y otra vez. Este despiste forma parte de la aventura de ser niño. En nuestra mano está ayudarles y orientarles hacia una adecuada responsabilidad personal, sin caer en el desaliento.
Cada cosa en su lugar
Los adultos sabemos que es mejor que cada cosa esté en su sitio para vivir de un modo más organizado y ahorrar espacio. Es más fácil ser desordenado que dedicar un tiempo cada día, aunque sea mínimo, a tener nuestras cosas en orden. Pero a ser ordenado también se aprende, es un hábito que debemos adquirir desde que somos pequeños. Hasta más o menos los cuatro años, para un niño pequeño cambiar de lugar los objetos le produce un gran placer, poner las cosas donde no deben estar es un juego para ellos que les ayuda a comprender el mundo. Parecen felices en medio del más completo desorden. Pero a partir de los cinco o seis años empiezan a entender qué es la responsabilidad. Esa edad es el mejor momento para enseñarles que el orden tiene muchas ventajas, y que el desorden equivale al caos. No hay duda de que los pequeños de la casa como más aprenden es de los adultos, así que no hay que perder la ocasión para darles buen ejemplo en todo momento. Si justificamos con la falta de tiempo o con la pereza nuestro propio desorden, les estamos dando razones para que ordenar sea también para ellos una pesada losa que se querrán quitar de encima siempre que puedan.
Enséñale que cada cosa tiene un lugar concreto. Algo tan sencillo cómo adquirir la costumbre de recoger y guardar sus juguetes en un lugar concreto después de utilizarlos (mejor si es siempre el mismo) es fundamental para ir construyendo el buen hábito.
Cuando son más pequeños, podemos conseguir que recoger los juguetes, cuentos y pinturas sea un juego más, pero a medida que van siendo mayores, es una tarea con la que casi siempre se harán los remolones. En cualquier momento de debilidad podemos caer en el error de transigir y recoger nosotros sus cosas con tal de ver la casa organizada. Sin embargo, debemos fomentar que nuestros hijos necesiten cada vez menos nuestra ayuda para mantener un cierto orden y que, a medida que van ganando en responsabilidad, aprendan a ser capaces de ordenar ellos solos. Hacia los siete años este hábito debería estar ya completamente arraigado en su día a día.
¿Puede ser hiperactivo?
Ante situaciones de despiste constante, y sobre todo a medida que los hijos van creciendo, se genera la duda de si puede haber algo más. Sin embargo, hay que tener en cuenta que durante la edad preescolar resulta muy difícil hacer un diagnóstico acertado de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). Piensa que no todo despiste o nerviosismo es síntoma de TDAH, sino que hay niños más inquietos e inmaduros que otros de su misma edad. Para un correcto diagnóstico del TDAH hay que observar si los síntomas se mantienen de forma crónica, y de un modo inadecuado, a medida que los niños se van haciendo mayores. También hay que descartar que estos síntomas no sean consecuencia de otras causas. En todo caso, es necesaria la intervención de un especialista (psicólogo o psiquiatra infantil) para que diagnostique el trastorno y determine las causas de ese comportamiento que consideramos sospechoso.
No le exijas demasiado
Como en todo proceso de aprendizaje, lo mejor es ir poco a poco. Si los padres son excesivamente estrictos con el orden, el niño puede terminar asociando la tarea de recoger con las regañinas y los castigos. Tener que ordenar será una situación de estrés y malestar en casa. En cambio, si al principio hacemos que sea una tarea compartida y le hacemos ver lo a gusto que se está en casa cuando todo está en su sitio, el niño lo incorporará como un hábito positivo, y más aún si se le felicita por sus pequeños logros. En este proceso hay algunas situaciones que se deben evitar:
- Ser inconstante. Por ejemplo, un día pedirle que recoja sus juguetes él solo y al día siguiente, si se niega, hacerlo nosotros. Esto le hará creer que solo tiene que hacerlo “si le apetece”.
- Consentir que recoja a cambio de un premio. Debemos hacerle entender que ser ordenado es una responsabilidad muy importante y que con ello demuestra que es “mayor”. Si se le da lo que pide a cambio de que recoja sus cosas, lo hará solo “chantajeándonos” de esa manera.
- Compararle con otros niños. No tiene que hacer las cosas como los demás, sino por sí mismo.
Los otros "órdenes"
Tan importante como el orden de los objetos es mantener una organización en los horarios de comidas, sueño y estudio. El desorden en estos hábitos altera a los niños, sobre todo a los más pequeños, y les impide un buen rendimiento. Hay que procurar mantener estos ritmos los siete días de la semana, aunque con cierta flexibilidad y reservando tiempo libre cada día. Ojo: los abuelos no deben romper innecesariamente ese orden.