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Las vitaminas son compuestos imprescindibles para el desarrollo de nuestro organismo. Normalmente,las tomamos a través de los alimentos y, concretamente, la vitamina K juega un papel fundamental en la coagulación de la sangre. Su nombre proviene de la palabra danesa “koagulation” (fue en Dinamarca donde se descubrió), porque sin ella, el sistema sanguíneo no funcionaría de forma correcta.
Diferentes tipos
Dentro este grupo se encuentran la vitamina K1, considerada la forma natural de la vitamina K, que se obtiene a través de la dieta. Por otro lado, está la tipo K2 (menaquinonas), la cual es producida por las bacterias del intestino. Y por último, la K3 o menadiona, que se puede obtener como una preparación soluble en agua.
Beneficios que aporta
La vitamina K es la estrella indiscutible en la sangre, ya que resulta imprescindible para la formación de los coágulos que evitan las hemorragias. Es decir, en caso de que te cortes, esta vitamina ayuda a frenar el sangrado.
Pero eso no es todo: la vitamina K también está estrechamente relacionada con el proceso de formación y desarrollo de los huesos, y su presencia es irrenunciable para para su remineralización y la fijación del calcio. Es decir, para tener huesos fuertes.
Nuestro organismo necesita cantidades muy pequeñas de vitamina K, por lo que resulta difícil detectar su carencia. La falta de esta vitamina puede ser señal de algunos trastornos gastrointestinales.
Fuentes de vitamina K
La puedes encontrar en las verduras de hoja verde y en ciertos aceites vegetales. En concreto, en estos alimentos:
- Pipas de girasol y germen de trigo.
- Lechuga, espinacas, brócoli y coliflor.
- Hígado y carne de cordero, ternera y pollo.
- Aceites de girasol y de maíz.