A medida que envejecemos nuestra piel adelgaza, se vuelve frágil, seca y poco elástica, lo que da lugar a cambios de color o manchas. Este proceso de envejecimiento cutáneo se debe al paso del tiempo y a la perjudicial acción del sol, que se va acumulando con el paso de los años.


Entre las lesiones dermatológicas más frecuentes cuando llegamos a la madurez se encuentran las siguientes:

  1. Queratosis seborreicas. Son lesiones benignas de tacto ásperos, redondeadas, de color marrón o negra, ligeramente elevadas e indoloras. Se suelen localizar en cara, espalda y hombros. Por lo general, aparecen después de los 45 años de edad, pero se desconoce su origen. Son similares a los tumores cutáneos, por lo que deben ser evaluadas por el dermatólogo para salir de dudas por completo.

  2. Queratosis actínicas o seniles. Estas lesiones son más peligrosas, porque son de tipo precanceroso. Son ásperas, verrugosas y con aspecto de papel de lija. Aparecen en la cara, el cuero cabelludo o el dorso de las manos. Suelen aparecer en las personas mayores sobre todo si han estado expuestas al sol durante demasiado tiempo.

  3. Puntos rubís o angiomas seniles. Son pequeñas manchas de color rojo debidas a la dilatación o malformación de los capilares de la piel. Aparecen progresivamente y a veces en gran número. No son lesiones malignas.
     

Tengo una mancha ¿Será maligna o benigna?

Normalmente, observando el aspecto de la mancha el dermatólogo puede sospechar cuál es su origen, aunque en ocasiones será necesaria una biopsia para analizarla y determinar el diagnóstico.

Si no aumentan de tamaño, no cambian de aspecto o color, no se irritan, no sangran ni pican, es muy probable que la lesión sea benigna. En caso de que tengas una mancha que experimente alguno o varios de esos cambios, es fundamental acudir cuanto antes al dermatólogo.

Para tener una piel sana 

  • Extrema tu higiene para evitar infecciones.

  • Toma el sol con precaución, evitando las horas centrales del día. Usa una crema solar protectora adecuada a tu tipo de piel por todo el cuerpo.

  • Aplícate una buena crema hidratante cada día al salir de la ducha (también en los meses de frío) para evitar que se reseque.

  • Hidrátate también “por dentro” bebiendo al menos un litro y medio de agua o zumos naturales cada día.

  • Lleva una alimentación completa y equilibrada para que tu piel obtenga los nutrientes que necesita.

  • Utiliza geles de ducha sin jabón y con pH neutro.

  • Evita ducharte con agua muy caliente o en piscinas con mucho cloro.

  • Usa guantes de goma para manipular productos de limpieza.

  • Elige prendas de vestir de algodón o lana, para evitar que el sudor irrite tu piel y la haga más sensible.

 

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