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Parestesia ¿Se te duermen las piernas?

La parestesia, el entumecimiento temporal de una parte del cuerpo, suele ser benigna. Pero debes prestar atención, pues tras ella se pueden esconder los primeros síntomas de una esclerosis múltiple o un ictus.

¿Sientes hormigueo en manos, brazos, piernas o pies? ¿Notas como si te pincharan con miles de agujas a la vez en una parte de tu cuerpo? ¿Aprecias una sensación desagradable que solo pasa cuando logras despertar la zona adormecida? No le des más vueltas. La culpable de lo que te pasa se llama parestesia, el término médico que se da a un temporal entumecimiento de una parte del cuerpo causado por la presión que se ejerce en la vasa nervorum, que son las pequeñas arterias que proporcionan oxígeno y nutrientes a nuestros nervios periféricos.

Se trata de un entumecimiento que puede tener diversas intensidades, siempre es desagradable, casi nunca doloroso y, en cualquier caso, ha de ser transitorio. De lo contrario, lo que aparentemente es una parestesia podría ser, sin embargo, la antesala de una enfermedad más seria, como la esclerosis múltiple, o el primer aviso de un ictus.

«La parestesia, esa sensación de acorchamiento que sentimos tras mantener las piernas cruzadas o los brazos en la misma posición, casi siempre es sinónimo de un síntoma benigno, que no esconde ninguna enfermedad. Sin embargo, si esa sensación se mantiene en el tiempo, se repite con mucha frecuencia, o en lugar de dormírsenos un miembro del cuerpo se nos duerme la mitad del cuerpo, entonces podríamos estar hablando de otra cosa, como de una esclerosis o de un ictus, por lo que recomendamos consultar a un médico», sostiene José Manuel Moltó, neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología.

Ojo a cruzar las piernas

Aunque la parestesia es casi siempre benigna, el doctor Moltó sostiene que la podemos evitar protegiéndonos de posturas viciadas como el cruce de piernas, y, en caso de que sea en manos o dedos de las manos, recurrir a una intervención quirúrgica del túnel de carpo si el atrapamiento de este nervio es lo que la provoca –especialmente en el pulgar y en el segundo y tercer dedo de la mano–. Aun así hay algunos profesionales que están más expuestos a sufrir parestesias por las posturas que requiere el desempeño de sus actividades: fisioterapeutas, limpiadores, cocineros, artesanos, amas de casa y todos aquellos que trabajan con ordenadores y sus teclados. Independientemente de la profesión, la parestesia es un síntoma que puede aparecer en todas las personas, sin importar en absoluto ni el género ni la edad y, en contra de la creencia popular, nada tiene que ver con la mala circulación sanguínea.

LA PARESTESIA SE PRODUCE CUANDO LOS NERVIOS PERIFÉRICOS NO RECIBEN OXÍGENO Y NUTRIENTES

CÓMO SE TRATA

Cuando la parestesia es benigna, no necesita medicación. Pero cuando aumenta de intensidad y se convierte en una sensación de hormigueo con pinchazos dolorosos –denominada disestesia–, ya es momento de tratarla con fármacos. Estos suelen ser medicamentos vinculados a otras patologías del sistema nervioso, como epilepsias o depresiones y, según el doctor José Manuel Moltó, «su eficacia es Modesta».

Cuando un paciente afectado de parestesia visita a su médico, este debe evaluar qué pruebas médicas ha de hacerle para establecer el origen de los síntomas, dependiendo de qué miembros se le duermen y durante cuánto tiempo, porque la parestesia puede tener su origen en la médula espinal, en el cerebro, en las raíces que salen de la médula espinal o en el nervio periférico.

«Cuando hablamos de parestesia hablamos de un síntoma muy inespecífico, y su forma de tratarla no es igual si pensamos que su origen está en un nervio o en la médula», puntualiza el doctor José Manuel Moltó.

¿PARESTESIA O SíNDROME DE PIERNAS INQUIETAS?

Los síntomas de la parestesia y del síndrome de las piernas inquietas (SPI) son diferentes. Según los neurólogos, mientras en la parestesia el paciente nota una sensación de hormigueo en sus pies o piernas, en el SPI el paciente tiene la necesidad imperiosa de moverlas.

La diferencia más relevante es que mientras en la parestesia el paciente se da cuenta de lo que le ocurre, en el SPI suele ser la persona que duerme con el afectado quien constata que sufre este movimiento involuntario y nocturno de las extremidades. Con respecto al tratamiento, mientras la parestesia normal no requiere medicación, el SPI, que no tiene cura, puede atenuarse con ciertos cambios en el estilo de vida y, en casos graves, con fármacos.

 

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