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Dolor crónico. Sufrir menos es posible

Lo padecen millones de personas y puede llegar a ser discapacitante. Sin embargo, se puede hacer mucho para mitigar el dolor crónico… ¡y sin fármacos! Te contamos qué funciona para acabar, por fin, con él.

En España, más de seis millones de personas padecen dolor crónico. Según la Asociación Internacional de Estudio el Dolor (IASP por sus siglas en inglés), este problema es «una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con una lesión presente o potencial o descrita en términos de lesión». Al ser una experiencia propia de cada paciente, el dolor crónico se sufre de diferente manera en función de la persona.

El dolor crónico es aquel que «se prolonga durante más de seis meses, y afecta a la forma en que una persona lleva a cabo su vida cotidiana». Así lo define la Asociación Americana de Psicología, pero los especialistas catalogan el dolor en tres tipos: los localizados (propios, por ejemplo, de un traumatismo o un molestísimo dolor de muelas), los irradiados (como las dolencias ciáticas, que llegan a recorrer la pierna desde nuestra cadera) y los referidos (como el dolor lumbar en el caso del cólico nefrítico o del hombro ante problemas de hígado).

Eso sí, hay que tener claro que sea cual sea el tipo, los dolores son respuestas de nuestro cerebro a algo que no va bien en el organismo. Así lo explica la doctora Concepción Pérez, jefa de la Unidad de Dolor del Hospital de la Princesa y portavoz de la Sociedad Española del Dolor: «Todo dolor que tenemos ha pasado por el cerebro. Por ello, hay una frase en inglés que es No brain, no pain (‘No cerebro, no dolor’). El hipotálamo y la amígdala se encuentran en la misma carretera por la que pasan las emociones, y esas vías deben ser lo más operativas posibles. Por eso, la concienciación, la aceptación o buscar ocupaciones distintas son pautas fundamentales a la hora de gestionar el dolor».

Romper el círculo vicioso

Muchas veces, el dolor se retroalimenta por la desesperación del paciente. Es lo que se denomina 'círculo vicioso del dolor'. Para acabar con él o reducirlo, la doctora Pérez recomienda un cambio de actitud: «Hay que resetear, modificar el estilo de vida para cambiar una serie de variables vitales. Si nos movemos más, liberamos endorfinas [un neurotrasmisor asociado al bienestar]; si cuidamos la alimentación, evitamos toxinas que favorecen la sensación de dolor; si pensamos de forma positiva, activamos circuitos neuronales que luchan contra el dolor. El dolor crónico no se cura, pero mejora bastante, y el paciente tiene que activarse, ser consciente de que la pelota está en su tejado».

En efecto, el paciente puede hacer mucho para paliar el dolor crónico. La doctora María Isabel Heraso, directora de la Unidad de Dolor del Sanatorio San Francisco de Asís de Madrid y fundadora de la Fundación Internacional del Dolor, anima al paciente a hacer un esfuerzo, por pequeño que sea, para luchar contra el dolor: «La mente tiene un gran poder sobre el cuerpo, aunque todo depende de la capacidad mental de cada persona: hay personas capaces de anularse cualquier dolor, por su gran concentración mental, como los yoguis, y hay otras, más débiles, que no aguantan. La normalidad está entre estos extremos. El dolor crónico produce depresión por agotamiento de la serotonina cerebral, por lo que cualquier método para aumentarla, desde buscar la felicidad hasta los antidepresivos, pasando por el chocolate, mejorará la situación». El ejercicio físico, la risoterapia y hacer el amor son, según la doctora Heraso, hábitos que ayudan a paliar el dolor porque hacen que segreguemos endorfinas.

Sin embargo, en un plano más trascendental, es importante comprender el porqué del dolor, ya que en muchas ocasiones este puede estar anclado a situaciones o percepciones vitales, aunque hayan sucedido muchos años atrás.

Aceptar el dolor

Para el doctor José Antonio García Higuera, psicólogo y psicoterapeuta especialista en Psicología Clínica del Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia, «el dolor es una emoción que nos impulsa a evitar o reparar un daño. El problema psicológico surge cuando evitar el dolor se convierte en el centro de la vida de la persona, descuidando otros aspectos que son esenciales».

¿Y cuál es la solución? «Pasa por la aceptación, que no es resignación, sino que consiste en aflojar la lucha contra el dolor para poder centrarse en los aspectos de la vida que el paciente ha dejado abandonados. La aceptación hace que el dolor sea consentido y con sentido: el sentido de poder llevar la vida más plena posible en las circunstancias que tenemos».

Tanto el doctor Higuera como los especialistas de las unidades de dolor son conscientes de que se enfrentan a un problema personal de cada paciente, pero también social: el dolor crónico afecta a familiares, amigos o compañeros de trabajo porque sufre la familia, se disminuyen las relaciones sociales y se ve afectada la capacidad laboral.

Sin embargo, es precisamente el entorno el que puede ayudar al paciente a enfrentarse al dolor. ¿Cómo? Comprendiendo su sufrimiento y ayudándole a disfrutar de los momentos positivos de la vida. Con ello podrá, al menos, sacar al dolor del centro de atención en su día a día.

Cuerpo y mente

Además de todas estas líneas de actuación, al paciente con dolor crónico le queda otro as en la manga: la psiconeuroinmunología clínica (PNIc).

¿Qué puede aportar esta disciplina en el ámbito del tratamiento del dolor? Álvaro Otero, experto en PNIc, lo explica: «En mi consulta son cada vez más numerosas las personas que acuden con esta patología y, desde mi punto de vista y experiencia, su tratamiento debe abordarse de un modo integral. No podemos separar cuerpo y mente. El dolor puede estar localizado, pero su origen es, en la práctica totalidad de los casos de esta naturaleza, múltiple.

Una combinación de terapia manual, suplementación saludable guiada, cambios alimenticios y modificación de hábitos de vida en atención a las particularidades del paciente constituyen las herramientas con las que recomiendo afrontar esta dolencia». La llamada terapia manual (la fisioterapia aplicada al tratamiento del dolor), explica Otero, contribuye a mejorar la circulación, el sueño y la concentración y reduce el estrés, el dolor o la agresividad.

El ejercicio físico, la risoterapia y el sexo ayudan a paliar el dolor

Técnicas para atenuarlo

Una actitud positiva y proactiva ante la vida, unas sencillas pautas de actividad física y mental y la ayuda de la fisioterapia o la acupuntura pueden reducir el dolor de una forma muy eficaz y sin necesidad de medicamentos. Te contamos qué es lo que funciona.

Control del dolor. Hay que tener cuidado en los hábitos diarios a la hora de afrontar el dolor. Si modificamos la respiración o nuestras posturas e incrementamos la tensión de nuestros músculos, nos ayudarán a soportarlo… pero podrán provocar contracturas musculares y dolor en zonas cercanas.

Ejercicio físico. 30 minutos de actividad física a diario suponen una buena base. Un estudio de la Universidad Federal de Sao Paulo defiende que la natación es igual de eficaz que caminar para aliviar el dolor y mejorar la calidad de vida de los pacientes con fibromialgia, entre cuyos síntomas destaca el dolor corporal, hormigueos y calambres. El ejercicio contribuye a reducir el dolor, la fatiga y la depresión.

Acupuntura. Activa los receptores supresores del dolor y aumenta la concentración de adenosina, un nucleósido que ralentiza la actividad cerebral e induce a la somnolencia. Un estudio del Instituto Nacional de la Salud de EE.UU. demostró que esta técnica ancestral aliviaba el dolor en un 50 por ciento de casos de artritis, migrañas y dolores de espalda crónicos.

Terapias de frío y calor. El frío hace que se reduzca el flujo sanguíneo, por ejemplo, en una articulación dolorosa y que los nervios no envíen adecuadamente las señales de dolor. En cuanto al calor, permite que los músculos se relajen.

Masaje y fisioterapia. Estas disciplinas ayudan a relajar los músculos y los tejidos doloridos y, por tanto, a aliviar el dolor crónico.

“Mindfulness”. Un término inglés que supone la aceptación de la realidad tal y como es, con mayor control sobre nuestra relación con el dolor, lo que ayuda a mejorar la calidad de vida. La calma, la serenidad y el conocimiento del dolor propios de esta toma de conciencia ayudan a que descienda el nivel de estrés.

Electroestimulación. La estimulación nerviosa eléctrica transcutánea o TENS es la técnica de estimulación eléctrica más utilizada en el tratamiento del dolor. Un pequeño dispositivo conectado a la piel envía impulsos eléctricos a la zona dolorida, estimula los nervios y, como resultado, reduce el dolor.

Meditación, hipnosis, yoga, musicoterapia… Todas estas disciplinas también contribuyen a mitigar los efectos del dolor crónico sobre el organismo gracias al fortalecimiento del estado de ánimo de la persona.

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