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Pierde grasa abdominal: ¡Tu corazón ganará salud!

¿Haces todo lo posible por reducir ese “flotador” que se ha instalado en tu cintura? Descubre por qué es tan importante acabar con esa grasa acumulada sin más rodeos.


Es bien conocido que, para la prevención de las enfermedades cardiovasculares, es primordial el control del peso y de la tensión arterial, además de una evaluación periódica de los niveles sanguíneos de colesterol y glucosa. Lo que en general se suele tener menos en cuenta es la medida del perímetro de la cintura: mucha gente desconoce que, cuanto más grasa abdominal se tenga, mayor es nuestro riesgo cardiovascular, independientemente de nuestra edad y de nuestro peso. Por tanto, saber cuánto mide el contorno de nuestro abdomen es tan revelador como conocer nuestro índice de masa corporal (IMC).

¿Eres “manzana” o “Pera”?

El peligro de la obesidad varía según la región corporal donde tenemos más grasa acumulada:

1. Abdomen y tórax (perfil “manzana”). Este tipo de obesidad que se denomina “visceral” por estar en contacto directo con órganos o “vísceras” vitales como el estómago, el páncreas o el hígado, se asocia estrechamente a trastornos metabólicos que elevan de un modo importante el riesgo cardiovascular:

  • Aumento de la resistencia a la insulina y de los niveles de glucosa en la sangre, lo cual supone un elevado riesgo de diabetes, y dificultad para llevar un adecuado control de esta enfermedad en personas que ya la padecen.
  • Alteración de los niveles de colesterol (sube el malo y baja el bueno)
  • Aumento de los triglicéridos
  • Incremento de la presión arterial.
  • Trastornos de la coagulación.
  • Proceso inflamatorio de las arterias.

Por otra parte, está la grasa visceral, por estar almacenada en la cavidad abdominal, está directamente relacionada con un mayor riesgo de cáncer de colon.

2. Caderas, muslos y glúteos (perfil “pera”). El organismo de la mujer “atrapa” buena parte de la grasa corporal de la mujer en estas zonas para evitar que se ubique en otras partes en las que resultaría dañina. Pero cuando la acumulación de grasa es excesiva y se convierte en una auténtica obesidad “periférica”, es particularmente dañina para las articulaciones inferiores (rodillas y tobillos), que se ven forzadas a soportar un elevado peso para el que no están preparadas. 

¿Qué ocurre en la menopausia?

Nuestra genética tiene una considerable influencia en la distribución de la grasa corporal. Es frecuente que varios miembros de una misma familia compartan rasgos comunes en cuanto a su manera de engordar. Sin embargo, las que verdaderamente mandan son las hormonas. En el caso de la mujer, con la llegada a la menopausia, la consecuente disminución de los niveles sanguíneos de estrógenos da lugar a un importante cambio en la distribución de la grasa en su cuerpo: si durante su vida fértil la distribución de la grasa en forma de pera es típicamente femenina, después de ésta, probablemente por un predominio relativo de los andrógenos en esta etapa, la grasa pasa a acumularse en el abdomen, haciéndose notar el conocido “cambio de cuerpo de la menopausia”. La mayor parte de peso que se gana en este momento se acumula en el abdomen, de manera que el cuerpo deja de tener la forma de pera y pasa a presentar ahora la de manzana.

Este cambio en la distribución de la grasa corporal es uno de los factores que explican el incremento del riesgo cardiovascular en la mujer durante los años posteriores a la menopausia. Si en las décadas anteriores de la vida de la mujer su riesgo de presentar problemas cardiovasculares era menor que el del hombre, tras la menopausia esta protección desaparece, y el riesgo de enfermedad cardiovascular llega a equipararse en ambos sexos. 

El límite saludable de la cintura es de 88 cm en las mujeres. En los hombres, el máximo es 102 cm.

La única fórmula que funciona: Más ejercicio y comer menos

A muchas personas que tienen un índice de masa corporal dentro de lo saludable, e incluso muchas de complexión delgada, les amarga esa barriguita que les asoma por encima del pantalón. Si hiciéramos una encuesta, comprobaríamos que es un síntoma muy común de haber superado los “cuarentaitantos” y que, por más que uno trate de cuidarse, ese flotador que se instala en la cintura se resiste a perder volumen, e incluso aumenta al menor despiste, sobre todo en épocas de excesos como el verano o las navidades.

Puesto que ese “cinturón” de grasa funciona como una reserva de energía para nuestro organismo, reducirlo requiere más empeño por nuestra parte. Dejarle el trabajo a las pastillas “devoragrasa” o a las cremas reductoras no es enfrentarse seriamente al problema. Tampoco servirá de nada castigarse con tablas de abdominales, que si bien fortalecerán los músculos, poco o nada harán contra el michelín.

La única fórmula que funciona no es otra que atacar sin rodeos a la grasa acumulada con más ejercicio cardiovascular (el que realmente  “quema” grasa, como montar en bici, correr o nadar) y restringiendo la ingesta calórica. De esta manera, el organismo se ve obligado a utilizar esa grasa sobrante para obtener energía.

 

 

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